Justo antes de que termine un año que pide fuego a gritos, Thurston Moore reaparece con su séptimo trabajo en solitario y eso nos ofrece: más madera de la buena para arder, crujir y renacer de las cenizas durante 82 minutos, envueltos por tornados de riffs afilados y pavesas que jamás dejan de danzar y aferrarse, con uñas y dientes, a una eterna y mágica combustión.
Es cierto que Moore no entiende de medias tintas y aunque quisiera, le sería imposible firmar un disco malo o simplemente del montón, y es que, tras la trágica ruptura musical y sentimental de Sonic Youth, no ha bajado la intensidad y ritmo de producción, asestando hachazos sonoros que, más que buscar la cicatrización de la insondable herida, han encontrado siempre su verdadera meta: que la sangre de la banda madre siga borboteando entre las grietas y mezclándose con la suya propia. Así, aún saboreando los ecos de "The Best Day" (14) y del notabilísimo "Rock n Roll Consciousness" (17), Moore contraataca con este "By the fire" que te quitará el frío en pocos segundos, un doble álbum sobresaliente que contiene algunos de los mejores momentos de su producción. Bucles hipnóticos y curvas peligrosas en las que solo vemos precipicios sin quitamiedos, pero que, si aguantas el acelerón de pulsaciones y algún que otro salto experimental al abismo, el ruidismo más melódico y vibrante te obsequiara con una vida extra en rectas psicodélicas por las que, en más de una ocasión, rozaras el horizonte con la punta de los dedos.
Las dos primeras dentelladas llegan sin avisar y el dulce veneno corre a sus anchas en “Hashish”, como una brisa envolvente desatada por rasgueos ondulantes marca de la casa, seguida del otro single y chute relampagueante en vena, “Cantaloupe”, música en llamas que gotea rápidamente por tu espalda y termina por sembrarte dos gardenias blancas y eléctricas en los ojos. “Dripping fire music down your back / Floating up through your skin / White gardenias in your eyes…”.
Thurston no viaja solo y está acompañado por una banda intergaláctica en la que, además de las todo poderosas baquetas de Steve Shelley, encontramos a la bajista de My Bloody Valentine, Debbie Gouge, más James Sedwards y Jon Leidecker de Negativland; tándem con el que levanta nueve muros sonoros infranqueables y absorbentes, cuatro de ellos superando los diez minutos, como “Breath”, que crece lentamente como una enredadera de neón en la noche oscura y, sin avisar, te revienta el pecho con explosiones rítmicas bajo una tormenta de distorsiones y lisergia, con las voces de Moore y Deb Gouge abriéndose paso suavemente entre atmósfera kraut y rock en carne viva.
“Siren” fluye y deja un rastro luminoso a su paso, con guitarras que tejen paisajes melódicos que vienen y van, como olas que engullen corazones mar adentro y los devuelven a una orilla lejana y familiar al mismo tiempo… Despertando justo antes de que un nuevo tsunami de luz, tras el inquietante batir de alas de una libélula gigante de percusiones y distorsiones, te vuelva a marcar el rumbo entre sirenas y rayos de sol que vencen la reflexión, sumergiéndose en las profundidades marinas de tu mente.
Más de cuatro décadas experimentando y construyendo magnéticos laberintos sónicos y, una vez más, a sus 62 otoños, Thurston Moore hace bailar a su ejército de minotauros y encuentra la salida en un "By the fire" que puede mirar a los ojos a sus obras cumbres. Con texturas más refinadas y asequibles en apariencia, pero sin perder un ápice de alquímica complejidad y extra de mordida rock. Nadie como Moore para abrirnos nuevas puertas a otras dimensiones entre los surcos, a base de infinitas repeticiones y crescendos poliédricos que pueden pasar por una jam fantasmagórica final en “Venus”, rozar el folk y encontrar la calma en “Dreamers work” o, en el anterior parpadeo, en una “Locomotives” de casi diecisiete minutos, cortarnos la respiración en su primera parte de locura noise y metamorfosearse en su ecuador, arrastrándonos hacia las estrellas y más allá.
“Where do we go after long goodbyes / Heart torn up when we’re not side by side...”. Y todavía una canción de amor, “They Believe in Love (When They Look at You)”, con ritmos amenazantes y desesperados donde la sangre brota y no se rinde hasta confluir en un mismo mar, ese al que aspira la única revolución radical y verdadera: la del amor por el amor. “They believe in love when they look at you / It's a profound wonder, a revolution, a truth”.
"By the fire" y arde. Tras un 2020 para olvidar, nada mejor que una apocalíptica lengua de fuego que purifique el aire en busca de paz y corazones esquivos, sembrando luz sonora entre tinieblas y acercándonos en cada pista a ese esperanzador “rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida”.
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