Para alguien que es colaborador habitual de gente como Flying Lotus, Kendrick Lamar y Kamasi Washington, el espíritu de ambición que debe generarle estar al lado de semejantes gigantes de la cultura afroamericana de hoy en día debe ser una de las razones para haber cimentado clásicos contemporáneos como “Drunk” (17).
Tras haberse acercado al máximo a los referentes citados con semejante banquete de funk y soul aliñado en todas sus formas digitales, el angelino ha tenido que agudizar al máximo el ingenio para ofrecer un trabajo que rehuya de la comparación instantánea con su monolito particular. Para empezar, ha decidido proseguir con su tendencia natural para ofrecer canciones depuradas al máximo en duración, aunque para esta ocasión ha decidido reducir al máximo el metraje de su nueva criatura, como si de un tesoro retrofuturista perdido de los años sesenta se tratase.
En esta metáfora, donde pasado y presente han sido absorbidos desde una dimensión no tan desconocida, Stephen Lee Burner, aka Thundercat, se marca un festín concentrado en una aventura cromática armada con rieles jazz, psicodelia soul, electrónica atmosférica y funk de purpurina. Como si se tratase del anverso setentero de Blood Orange, sus actos de prestidigitación han sido acompañados de figuras punteras como Ty Dolla Sign, Lil B, Kamasi Washington, Steve Arrington, Steve Lacy o Childish Gambino. Estos tres últimos son los protagonistas centrales de “Black Qualls”, funk sideral tan inspirado como el soul galáctico hilado en “King Of The Hill”. Estos no son más que dos ejemplos de la producción de alta costura confeccionada entre él y Flying Lotus, a lo largo de una travesía donde bajos acuáticos y ambientación onírica envuelven hallazgos como “Innerstellar Love” o “Unrequited Love”. En esta última es donde queda de manifiesto, en mayor medida, el perfeccionismo kubrickiano de un juguete que, por momentos, suena como el sueño húmedo de Quincy Jones o la versión clásica del propio Flying Lotus. De todas a todas, la confirmación de la genialidad de un Thundercat que, definitivamente, se ha ganado el cielo.
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