Ha pasado ya bastante desde que dejaron de llamarse Warhammer 48k y fueron fichados por Drag City para convertirse en Cave. Desde entonces, su evolución ha sido constante hasta llegar a este cuarto disco, si bien es cierto que la marca de la casa sigue intacta. Las influencias de Can y Faust sobrevuelan estos cinco temas-río mientras ritmos hipnóticos y repetitivos dibujan formas tántricas en los pasajes más ambientales. Los doce minutos de la pieza de apertura, “Sweaty Fingers”, son una inmejorable introducción, con su progresión minimalista y secuencias que recuerdan a Fela Kuti. La flauta de Ian Anderson y los riffs con wah-wah a lo Amon Düül en “Arrows Myth” y “Shikaakwa” convergen en la mejor parte del álbum, que finaliza con “Slow Bern”, una marcha lenta y jazzistica que nos traslada a los setenta. Se trata, en definitiva, de un viaje emocionante para los amantes del “neo kraut” pero, cuidado, tormentoso para aquellos que se dejen asustar por el culto a la repetición.
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