En el mundo inconstante de la música electrónica es prácticamente un milagro si el sonido de un artista logra permanecer fresco con el paso de los años y mucho más si nos remontamos a los diecisiete que han transcurrido desde el debut de Nightmares On Wax. Su sexto álbum cabalmente cumple con todas las expectativas que se pueden presuponer. Durante su reubicación en la isla de Ibiza, donde actualmente vive y tiene su estudio George Evelyn, optaron por viajar en un convoy de furgonetas de campista llevando su equipo a cuestas, un ingeniero, varios músicos de banda y a diversos vocalistas. Una tropa de viajeros en peregrinación que se propuso realizar las paradas turísticas que fueran necesarias para darse cuenta de las vistas que ofertaran los paisajes de la zona y así evocar los estados de ánimo espontáneos que surgieran al respirar el aire de cada paraje visitado. Pero han sido tanto los años en los que Evelyn ha estado ofreciendo sigilosas muestras de downtempo, que ahora probablemente puede producirlas en serie incluso durmiendo. Precisamente esa es la percepción que nos atrapa con la audición del disco. La apuesta por lo sencillo, sin arriesgarse empleando instrumentos o muestras… Sin siquiera acercarse a la que para muchos fue su obra maestra, “Smoker’s Delight” (1995), Nightmares On Wax parece haber tocado techo.
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