“Cariño, coge mi mano y guíame a través de la oscuridad, vamos a secuestrarnos mutuamente y a empezar a cantar nuestra canción”. Toda una vida esperándose mutuamente. Lo mismo pensamos cuando Scout Niblett cantó aquella canción de Songs:Ohia, lo mismo cada canción, cada coro de Dawn McCarthy en “The Letting Go” de Bonnie ´Prince´ Billy.
Todo sin llegar a imaginar lo que vendrá, el inmenso chaparrón, la piel de gallina, la intensidad casi insoportable, casi placentera de “Kiss”. “Oh cariño, déjame soñar, porque en algún sitio dentro de mí he estado esperándote tan pacientemente”. Y toda esa pasión tanto tiempo retenida en algún sitio, no sé, debajo de una lata con un cordel atado en la base, todo ese miedo y toda esa esperanza a un lado y al otro del cordel, explotando en el momento justo. Con un Will Oldham en estado de gracia y una Scout Niblett borrando de un plumazo a todos sus referentes más obvios. “Un beso podría haberme matado de no haber sido por la lluvia”. La canción más redonda, seis minutos que justifican la espera y a la vez casi desmontan el cuarto disco de Scout Niblett. No porque “This Fool Can Die Now” no tenga más méritos que ese increíble dueto (de hecho hay más: la preciosa “River Of No Return” que popularizara Marilyn Monroe o “Comfort You” de Van Morrison), es simplemente que cualquier otra canción publicada este año palidece a su lado. Una vez superada la conmoción, volvemos a la Scout Niblett a la que queremos, la que te desarma con apenas su voz y una batería destartalada (“Moon Lake”), la fan de Nirvana (“Let Thine Heart Be Warmed”), la única que le aguanta el tipo a la primera Cat Power (“Baby Emma”) y la juguetona impenitente (“Dinosaur Egg”). Todo para volver una y otra vez sobre la misma canción. Un suspiro.
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