Situar a Thirty Seconds To Mars en un estilo concreto no es tarea fácil. Del rock al post-hardcore, juguetones con el indie pop para finalmente sentirse más cómodos en la épica y la euforia de algo más parecido al rock de estadio. Thirty Seconds To Mars son una banda mutante y cada cual puede encontrar su porqué: la distancia de más de cinco años entre álbumes para encontrar nuevas influencias, la agenda de Jared Leto que no colocaría a la banda entre sus prioridades o, simplemente, una suma de todos los factores que ha hecho que la formación vista un nuevo traje en cada lanzamiento. En cualquier caso, “It’s The End Of The World But It’s A Beautiful Day”, su sexto álbum de estudio, es el paso lógico y a la vez un nuevo giro para la banda.
Los hermanos Leto guardaron las guitarras y se cortaron los flequillos con los que los conocimos a principios de los 2000. Las capas de sintetizadores y las melodías más eufóricas dominan el sonido de un disco optimista, aunque este optimismo tenga unas costuras muy visibles. Siguiendo la estela de bandas como Imagine Dragons y Coldplay, Thirty Seconds To Mars ya llevan años apostando por un pop rock más grandilocuente capaz de resonar en grandes arenas.
El sonido de “It’s The End Of The World But It’s A Beautiful Day” busca ser esa cantera de himnos de estadio que fue su ‘This Is War’ (2010), pero no encuentra los contrastes de este último. Quizás porque “It’s The End Of The World But It’s A Beautiful Day” como “This Is War” son hijos de su tiempo. Mientras el gran bombazo de la banda se ubicaba en un momento en el que la pomposidad del rock de estadio de Muse dominaba, “It’s The End Of The World But It’s A Beautiful Day” nace bajo el reinado del pop rock de Coldplay, y, sobre todo, nace en esa era post pandémica en la que cada vez más bandas elogian belleza del día a día siendo conscientes de que el mundo arde.
Es el fin del mundo, bailemos: una premisa sencilla que abarca los doce cortes de poco más de tres minutos del álbum. Atrás quedan también sus producciones más grandilocuentes (pero también más efectivas) de finales de la década pasada: Thirty Seconds To Mars es puro pop.
Nos introducimos en esta nueva era con “Stuck” y su tímida guitarra que enseguida deja paso a un bajo constante que nos lleva a un territorio más bailable, la antesala ideal para el himno tan contagioso como formulaico que es “Life Is Beautful”. Con unas baterías sintetizadas respiran Imagine Dragons en su mejor época, también es digno de mención que tenemos uno de los temas con mayor dominio vocal por parte de Jared Leto y una emotividad que no habíamos visto en muchas ocasiones. Con ese impulso de cambio nos sorprende el cambio de registros de “Seasons”, una balada que del terreno acústico pasa a un bucle algo programado, aunque no se olvidan de la balada de mechero con “Never Not Love You”.
Thirty Seconds To Mars cumple entregando un álbum pop tan pegajoso como bailable. Aún y así es difícil no preguntarse si tras esa euforia artificial podemos encontrar algo más que un divertimento del dúo de hermanos, pero tras más de veinte años de carrera y con su capacidad de adaptación a los nuevos sonidos y hacérselos suyos, la solvencia de la banda está más que asegurada.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.