Los fans decepcionados son una de las alimañas más rabiosas que existen. Los críticos, una de las más carniceras. Así que imagínense cuando confluyen ambos en una misma persona, un servidor para ser exactos. ¿Qué ocurre en ese caso? Pues, sencillamente, que se acaba juzgando de manera más dura e injusta a una banda de lo que se debería, atendiendo a su repertorio. El día que The Get Up Kids decidieron que habían madurado y que ya no iban a ser los chicos que firmaron “Something To Write Home About” o “Four Minute Mile” perdí a uno de mis grupos predilectos de finales de los noventa. Corrían los tiempos del emo auténtico, y hubo tanto jaleo alrededor –antes de la nueva hornada, con la que apenas hay puntos en común- que sus principales nombres huyeron de aquello como de la peste. Y claro, dieron pasos en falso que algunos aún lamentamos. Ahora, les tenemos de nuevo aquí y más inquietos y experimentales que nunca, explorando caminos diversos (pongan a un extremo “Automatic” y al otro “Birmingham” y me entenderán a la perfección) y buscando su camino, pero ya es tarde para que volvamos a vibrar con ellos como lo hicimos. Y sabe mal porque firman algunas canciones que no están mal, pero tampoco tan bien para alejar de una vez por todas la sensación aquella –repito, tan injusta, tan sangrante- de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
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