“The Winter Hexagon” llega en un momento en que el hielo empieza a derretirse y los días se alargan. La crueldad del invierno dará paso a una explosión de colores, pero todavía podemos disfrutar de la belleza clásica y de cierta nostalgia. “Oracle”, tema con el que se abre el primer larga duración de Berlinist, es una pequeña epopeya épica, tejida con capas de sentimientos y texturas. La nieve vista desde la calidez de tu salón; sin mojarte, ni sentir el frío en tus manos.
A lo largo de los diez temas aparecen influencias de Sigur Rós, Bon Iver o The Album Leaf. Planea sobre “The Winter Hexagon” cierta quietud y sensación atemporal, de suspensión. No hay cambios dramáticos, ni vertiginosos crescendos. Rompe ese halo la vitalista “Homemade Coat”, en una erupción de cuerdas y voces. Aquí las explosiones se viven por dentro, como el sexo tántrico. El clímax casi nunca desemboca en una escalada de intensidad y atropello. Es más, cada pista, cada compás, tiene una pequeña alteración respecto del anterior, ya sea una nota, un cambio en la intención o el ritmo, pero son escurridizos e invisibles ante una primera escucha.
La canción que da nombre al disco es totalmente instrumental, con la función de acompañar al oyente hasta “Constellations”, una de las más personales de este debut. Como un mantra que se repite para dejar la mente en blanco. Espacios para ser rellenados con piano, harmónium, cellos, violines, trombones, clarinetes… Las voces de Gemma y Marco se intercalan durante los diez cortes, aunque es casi imposible no desear que los falsetes de él aparezcan aún más. “Claire” bien podría sonar en un capítulo final de “Anatomía de Grey”, brillante y comedida. Finalmente, “Kaleidoscope” podría ser uno de esos temas que firma Daughter, ante el cual todos callamos hipnotizados.
“The Winter Hexagon” viene con instrucciones de uso, como una receta de la abuela o una clase de yoga. La banda sonora para ver pasar los mejores momentos a cámara lenta, de película.
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