Hace cinco años conocíamos a The Weeknd, el chico malo del R&B contemporáneo, un pseudo misógino amante de las drogas que, gracias a una voz única, convertía la frase más desagradable en una píldora estimulante que nos ponía a todos a mil al escuchar algo tan alejado de la demás oferta musical del momento. Nos adentrábamos con él en su oscuro mundo de perversión y nos colocábamos con cada uno de sus hits. Ahora, Tesfayees se ha reformado. Ya no necesita las drogas, sale con supermodelos y tiene el mundo a sus pies. Ahora es una verdadera super estrella con la que Daft Punk colabora. Y eso nos podría haber puesto a cien, pero no. “Starboy” suena a acomodamiento en el que las emociones no están, y en su lugar no podemos evitar escuchar el sonido de la máquina de fabricar dinero.
En su mayoría, “Starboy” carece de inspiración, tiene cero enganche y hay canciones que directamente tienes que pasar porque te recorre una ola de mala leche que no puedes aguantar. Pero entre las 18 canciones del álbum -18, joder, si vas a sacar tantos temas, asegúrate de que no son para rellenar-, hay momentos que recuperan esa chispa y esencia que tanto nos gusta del artista. Este es un álbum en el que la oscuridad propia de The Weeknd se convierte en la fiesta del color y las luces disco. ¿Alguien en la sala que lo entienda?
La influencia funk y synthpop de las primeras canciones, “Rockin'” o “Secrets”, suelta un tufillo de impersonalidad que hace que no te creas nada de que estás escuchando. Ni qué decir del nu-disco de “I Feel it Coming” donde los peores (para muchos, mejores) Daft Punk (y su Get Lucky) se unen al ¿peor? The Weeknd. Y de repente escuchamos un interludio con Lana del Rey que, por primera vez en todo el álbum, nos deja con ganas de más. Lástima que solo haya un minuto y medio para esta “Stargirl”. O la colaboración con Lamar, ¿¡Kendrick, por qué!?, que también aporta uno de los highlights del álbum.
Lo cierto es que The Weeknd se puede permitir el lujo de experimentar con su sonido de buscar su verdadera personalidad musical -aunque creíamos que ya la tenía- y conquistar un mayor terreno dentro de la industria lírica. En el camino, habrá muchos que se sumen a su conquista, y otros muchos que nos retiremos por falta de comprensión. Pero está claro que con o si nosotros, al final del camino es el éxito lo que le espera al canadiense. Ha muerto el chico malo del R&B, y de sus cenizas ha nacido el straboy del mainstream.
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