La última vez que tuve constancia de la presencia de Jenny Lewis sobre un escenario, fue en el Primavera Sound de 2013 como integrante de la alineación en directo de The Postal Service, y recuerdo que pese a reconocerla al momento, me di cuenta de que los años no pasan en balde y que sus treinta y seis años empezaban a pasar algo de factura en un rostro que siempre habíamos visto infantil y dulce gracias a la pericia de los fotógrafos promocionales. Pues bien todo esto viene a cuento, no por el hecho de que estemos hablando de una mujer veterana en esto de la música, sino porque es la propia artista la que pone sobre el tapete en su nuevo trabajo temas como el inevitable reloj biológico femenino ('Just One Of The Guys') marcado por el paso del tiempo. Un transcurrir que en el caso de Jenny Lewis le ha llevado de militar en la banda Rilo Kiley durante catorce años a presentarnos ahora el que es su tercer álbum en solitario. Un disco que atesora una producción excelente, en el que la fantástica voz de Jenny suena muy por delante del resto de instrumentos en una grabación tan cristalina como rotunda de la que en buena parte es responsable Ryan Adams, aunque la cantante también haya recibido la ayuda de Beck en uno de los cortes al igual que de su actual pareja Jonathan Rice en otro. Un sonido que atesora lo mejor del pop-rock californiano que por momentos te puede recordar en temas como la inaugural “Head Underwater” a los Fleetwood Mac de finales de los ochenta, pero también a The Shins o a los propios Kiley. Una excelente colección de canciones que, bajo un envoltorio amable, muestran el universo plagado de referencias pop de la artista, además de estar marcado por la muerte de su padre y el insomnio al que anda sometida desde hace años. Un contraste extraño que sin embargo revaloriza el contenido del álbum.
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