Con los tiempos que corren y con los que hemos dejado atrás, nadie puede culpar a nadie de transitar su camino particular y emplear sus herramientas personales para combatir como buenamente se pueda a ese abismo de incertidumbre y ansiedad que asola nuestra generación. A sabiendas de que la música y la expresión artística ha sido su motor de respuesta a esos pensamientos intrusivos y a esa latente autodestrucción durante tres álbumes previos, no nos pilla de nuevas comprobar que el cuarteto canadiense liderado por Stefan Babcock acompañado de Steve Sladkowski, Zack Mykula y Nestor Chumak, encuentra una vez más en la distorsión y en el ruido más liberador los útiles para sanar sus mentes y sus almas tras esta acometida sin precedentes de hechos históricos que han dejado bajo mínimos la capacidad de reacción de muchos.
Si comprobamos la imaginería que dio forma a su anterior trabajo, “Morbid Stuff” (Rise Records, 19), comprobamos que llueve sobre mojado y que perfectamente este álbum abrazó ya en su momento temáticas que a día de hoy son incuestionables o incluso ponderantes en la diatriba artística de casi cualquier músico que se precie. Sin embargo, en 2019 la banda y en concreto su vocalista, ya conocían bien qué era aquello de lidiar con esa amalgama de daños auto-infringidos que solo el peor de nuestros enemigos puede dedicarnos: nosotros mismos. Nuevamente, y con esa intención de sacar todos sus demonios de dentro, Stefan y los suyos regresan con su cuarto LP, “The Unraveling Of Puptheband” (Rise Records, 22), donde, ya sea bien por haber salido algo indiferentes de la pandemia o por el mero hecho de llevar más de una década en esto y sentirse más consolidados como banda, vemos en este cuarto trabajo la cara más displicente de PUP, firmando así una compilación de doce pistas en las que la honestidad va por bandera y confiesan no haberse sentido sujetos a las demandas ni exigencias de ningún elemento externo al cuarteto. Una breve pero no exenta de acidez y de humor “Four Chords” (que se extenderá a lo largo del LP con dos cortes más en clave de preludio) nos da la bienvenida entre acordes de piano y una peculiar acústica casera a este álbum plagado de desnudez emocional, pero sin renunciar en ningún momento a ese prisma de ironía con el que los de Toronto gustan de teñir sus discursos. Otra marca de la casa será ese devenir entre el noise y el punk más melódico que abrazaremos con total entrega en pistas como “Totally Fine” y que veremos repetir en el transcurso del álbum a través de otros cortes tales como “Matilda” o “Waiting”. Pero como su propio nombre bien nos indica, lo que este trabajo de larga duración nos propone es ante todo un bautizo en los sinos que marcan el abc de la banda (algo que bien podría haber funcionado como disco de debut o como carta de presentación del cuarteto en su momento), y como tal veremos a Babcock y compañía trasladarnos de un punto a otro a través de un baile de emociones y sonidos contrarios pero concordantes: pasaremos de esa agitación catártica a una introspección mucho más sentida con piezas como “Cutting Off The Corners” (más naíf, más de estar por casa), e incluso se abrirán puertas a la experimentación donde los límites no tienen cabida y dejan hasta entrever sus inclinaciones más electrónicas (“Habits”). El remache final lo pone otro single, en este caso “Robot Writes a Love Song”, donde no pierden ocasión para acercarse a la contemporaneidad de los tiempos actuales y dedicarle un divertido pasaje a esos amores de pantalla del nuevo siglo y a cómo nuestra capacidad de amar cada vez se parece más un frío montón de ceros y unos (“oh, the first time I saw you, I confess you nearly put me into cardiac arrest: it was way too much data to process”).
La mano del productor ganador de un grammy Peter Katis (conocido por su trabajo con nombres tan relevantes como Interpol, The National o Kurt Vile) hace el resto y nos prepara para asistir a uno de los álbumes más carismáticos y personales que la banda de Toronto ha podido perpetrar hasta la fecha. Confiesan haber experimentado durante la configuración de este cuarto disco un descenso a los infiernos que no solo no ha arrasado definitivamente con ellos (por suerte), sino que les ha hecho más fuertes para encarar cualquier contrariedad futura que esté por venir. Entendemos tras el buen resultado de “The Unraveling Of Puptheband” que la caída ha valido la pena.
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