¿Hasta qué punto necesitamos nuevos y angustiados bríos post punk cuando el trecho del revival del revival es ya tan largo que hasta The Walkmen, Editors e incluso Preoccupations pueden ser vistos como proyectos con más pasado que futuro? Posiblemente la respuesta tenga que ser afirmativa si atendemos a la rotundidad con que los escoceses The Twilight Sad han gestado su quinto álbum, el más intenso y urgente que han despachado hasta la fecha. Una rotunda colección de canciones puzantes, con su pizca de claustrofobia y cierta pátina cinemática, tan directas a barraca que ya han logrado que nos olvidemos de cuando se debatían entre la herencia folk de sus albores y el manto electrónico con el que Andrew Weatherall empezó a cubrir hace años sus composiciones.
Ya sea por el rodaje adquirido en estos cuatro años que se han dedicado a girar sin editar material nuevo, por el empaque que les da la incorporación de toda su troupe escénica como miembros de pleno derecho o porque más palos te da la vida según vas madurando, Andy McFarlane y James Alexander Graham están más cerca que nunca de justificar lo que Robert Smith lleva años diciendo: en un mundo más justo, serían mucho más grandes. Se les prestaría más atención. No en vano, se notan ahora los galones tras meses de calentar escenario para The Cure en recintos inmensos. El asalto sónico con el que irrumpe “Shooting Denis Hopper Shooting”, los teclados que hacen de “The Arbor” una pieza conmovedora, la forma en que traman una épica sin ambages pero más que digerible en “Auge Maschine” y la inmediatez de “Videograms” acumulan puntos para pensar que este disco, espléndidamente secuenciado y sin apenas fisuras, bien puede ser su cima.
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