The Temper Trap mostraron evidentes posibilidades de éxito masivo ya desde su debut, y sólo era cuestión de tiempo que la formación volcase esfuerzos hacia tal consecución. En su tercer álbum, los australianos abrazan ese cliché tan de moda que aúna indie-pop accesible y festivo, electrónica preconcebida y épica de aspecto lustroso y fondo barato.
Una opción que los sitúa en algún punto entre las peores versiones de Coldplay, Hurts, The Killers y U2, después de que “Thick As Thieves” se manifieste como compendio de excesos, con frecuencia repetitivo y aburrido. La banda sigue el mismo camino que ha llevado a Chris Martin y compañía a colonizar estadios, al tiempo de sacrificar su credibilidad artística. La música propiamente dicha queda así en mera intuición, y podría haber calado si no se hubiese empleado como base para construir un producto tan claramente prefabricado y sobreproducido.
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