Lo primero que me dejó patidifuso cuando recibí el disco de Beachwood Sparks fue comprobar que había pasado toda una década desde la edición del anterior disco de la banda californiana, No tenía consciencia de que hubiera pasado tanto tiempo desde la desbandada que supuso que los miembros del grupo recalaran en proyectos como Vetiver o la banda de Ariel Pink para sobrevivir en esto de la música.
Lo segundo que me dejó pasmado fue comprobar que este álbum, forjado a raíz de una reunión en 2008 para celebrar el veinte aniversario de Sub-Pop, fuera de una clarividencia melódica tan epatante. Obviamente aquí no se engaña a nadie y ya puedes imaginarte que las trece canciones que lo conforman son un paseo a lo largo y ancho de la mejor música que se forjó en California durante los años más hippies.
Así pues a nadie le extrañará que haya ecos a Love en “Mollusk”, a CS&N en “Tarnished Gold, a The Byrds en “Sparks Fly Again” e incluso a Los Lobos en “No queremos oro”, una curiosidad cantada en castellano que desentona un poco en el álbum, pero que a base de escuchas acaba resultando bastante simpática (además de toda una declaración de intenciones de la banda). Pero, al margen de las comparaciones con los grandes iconos de siempre, la noticia reside en que el disco, pese a todas las deudas contraídas, que son muchas, entra con una facilidad pasmosa y funciona a la hora de hacerte cautivo de un estilo y un sonido que es tan anacrónico como cualquier otro. Ni más ni menos.
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