The Suburbs

La línea recta es casi siempre la más rápida, incluso para los siete fantásticos de Montreal. Excavando aun más si cabe en esa enorme trinchera que hoy en día se gesta entre las grandes masas y el público filo-alternativo, los canadienses han dado con la piedra angular que podría consagrarles definitivamente como la banda más definitoria de lo que llevamos de milenio. Porque las armas con las que “The Suburbs” trata de convertirse en su Santo Grial no pueden ser más explícitas. Nunca su propuesta ha sonado más directa, más fluida, más naturalmente frontal que en “Empty Room” o “Month Of May”, dos de los fogonazos más instantáneos de un disco que carece de hits pero dispone de unos cuantos argumentos de rápida combustión, más que notables. No, ya no es tanto ese desmesurado sentido de la épica que ellos ayudaron a redimensionar (y a dignificar) como la certificación definitiva de una solidez que se adquiere con los años, y que se traduce en el gracejo vodevilesco del tema titular (se menta a Neil Young, pero también se podría citar a The Kinks), la seductora arritmia de “Modern Man”, la obsesiva ensoñación de “Ready To Start”, las sombras de Bowie en “Deep Blue” o esos himnos de batalla marca de la casa, presididos por comienzos dolientes y finales apoteósicos (“Rococo”, “Suburban War”). Más terrenales de lo que acostumbran, quizás a consecuencia del leit motiv que les ilumina (el recuerdo adolescente de la vida en las afueras de Houston), Win Butler y compañía rozarían la excelencia si tuvieran algún sentido de la medida: como les ocurre a sus colegas y paisanos Broken Social Scene, el exceso de minutaje propina algún momento prescindible y aborta esa sobresaliente concisión que se les demanda a las auténticas obras maestras.