Sobre el ruido de fondo de la Tascam empiezan a superponerse capas y capas de coros, cuerdas, campanas, vientos, arpas y palmas. ¿Y qué pinta el sexo en todo esto? Bueno, pues que los Cameras son gays, y mucho. Y sus letras también lo son, con todas las consecuencias y sin el más mínimo tapujo. A tomar por culo (literalmente) las cursiladas de Stuart Murdoch. Los textos de The Hidden Cameras están llenos de pollas duras, de semen y de lluvias doradas, porque el sexo no es algo de lo que avergonzarse, sino un instrumento más para evidenciar la farsa conservadora. Y eso, junto con los reverberantes subidones hormonales que los canadienses consiguen en toda una exhibición de belleza y simplicidad, los va a hacer grandes. Porque la gente va a retener sus melodías y sus versos, las armonías de “Breathe On It”, la inmediatez de “Ban Marriage” y “Smells Like Happiness”, y hasta la brutalidad erótico-romántica de “The Man That I Am With My Man”. Son distintos, están empalmados, tienen lo que hay que tener, son un valioso diamante a medio pulir. Son la iglesia que desearía para sí David Fisher. Amén.
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