Atum
DiscosSmashing Pumpkins

Atum

5 / 10
Raúl Julián — 12-05-2023
Empresa — Marthas
Género — Indie pop

El consabido egocentrismo de Billy Corgan motivó (en combinación con la explosión de un talento descomunal) la etapa original (y atemporal) de The Smashing Pumpkins, copada por discos tan brillantes como “Siamese Dream” (Virgin, 93) o el ambicioso doble “Mellon Collie And The Infinite Sadness” (Virgin, 95). El cuarteto podría, incluso, presumir de títulos algo menospreciados en su momento a los que el paso del tiempo ha terminado por hacer justicia, caso de “Adore” (Virgin, 98) y “MACHINA/The Machines Of God” (Virgin, 00). Sin embargo, con la inspiración de antaño definitivamente evaporada de la ecuación, las ínfulas desmesuradas del vocalista han venido derivando en un periplo que se reparte principalmente entre trabajos insulsos y desastres considerables de cada vez peor digestión, del tipo de “Shiny and Oh So Bright, Vol. 1 / LP: No Past. No Future. No Sun” (Napalm, 18).

La última ocurrencia de Corgan –por lo que se ve, secundado en plena cruzada por Jimmy Chamberlin y James Iha– consiste en la publicación de una grandilocuente ópera rock dividida en tres actos (los dos primeros ya habían aparecido por separado con anterioridad), conformado cada uno de ellos por un total de once temas. El resultado es, como cabía esperar, una obra con mayoría de canciones hirientes para el seguidor primigenio de los norteamericanos, que comprobará (por enésima vez) como aquella banda arriesgada y afilada que antaño removía entrañas ha mutado en una suerte de pastiche domesticado y difícilmente reconocible, más allá de la voz del propio Corgan. No obstante (y esto es casi una obviedad), un producto tan extenso como “Atum” deja, entre esa maraña de canciones autocomplacientes de pop inerte, algún destello que remite a lo que algún día fue el grupo en cuestión.

O, cuando menos, regala un pequeño puñado de temas salvables, valgan como ejemplo “Empires” o “Beguiled”. Ese es, de hecho y en la práctica, el principal (o único) atractivo de la referencia, entendido el asunto como juego masoquista consistente en escuchar el total de canciones ofertadas con la misión suicida de localizar aquellas piezas que, de uno u otro modo, podrían salvarse de la quema generalizada. Porque, por lo demás, “Atum” es un trabajo denso (con frecuencia, densísimo), en donde la generosa presencia de ese tipo de sintetizadores que tanto gustan últimamente a los de Chicago relegan a las guitarras (aquellas otrora cómplices y determinantes a la hora de aupar al grupo a niveles máximos de popularidad y trascendencia) a un plano terciario, mientras complican la degustación del lanzamiento en una única sentada (y no digamos ya la asimilación consciente del mismo).

Una muesca más en el apartado de deslices de bulto y errores de cálculo sitos en el haber de la ahora inofensiva formación y que, dicho sea de paso, comienza a pesar lo suficiente como para (casi) empañar logros de tiempos gloriosos. Por si no FUERA suficiente, el combo amenaza con el próximo lanzamiento de un álbum navideño grabado durante la pandemia, con el que bien podrían dilapidar definitivamente cualquier atisbo de credibilidad y seriedad artística. El caso de The Smashing Pumpkins resulta especialmente sangrante y lastimero, y remitirse a las sensaciones dejadas por aquel grupo trasgresor de los noventa capaz de desmotar a la audiencia mientras se escucha el presente “Atum”, resulta poco menos que un acto de puro sadismo. Pero, lo peor de todo, es que esta chirriante automutilación perpetrada por Corgan y compañía, ya ni siquiera parece extrañar a nadie.

 

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