Si tuviera que decir qué es lo que hace destacar a The Saurs entre la nueva hornada de garageros que circula por la escena estatal en los últimos años (y que no acusa síntomas de agotamiento, al menos por el momento) es que, al igual que hicieran bandas como The Vipers en los ochenta, no tienen miedo a proclamar que el garage es pop en el mejor sentido de la palabra. Es decir, puede y tiene que ser sucio y urgente, pero detrás de las tripas hay corazón, o dicho de otra manera, detrás del ruido hay melodía.
Cualquiera que haya visto a The Saurs en directo sabe que tienen el nervio y la tensión, y con “Magic Shape” demuestran que canciones tampoco les faltan. Es por ello es la producción de este primer disco, con Oriol de Balanzó al cargo, apuesta por poner la voz al frente y dejar que las guitarras -ejerzan de bajo o de guitarra entendidos tradicionalmente- se ajusten a su papel fundamental. Al grano y sin florituras innecesarias. Un gesto valiente, al fin y al cabo, que hace destacar todavía más esas canciones.
Temas como “The Magic Shape” o “Knife” destacan con un punto de elegancia que no se suele ver tan a menudo, y The Saurs consiguen hacer brillar cosas más estándar -a priori- como “Wax Flower”. Además, es imposible no declararse fan de los “uh la la la” de “Ain’t No Deal”. Los tics clásicos del garage están presentes, pero más como un punto de partida que como horizonte al que aspirar, y aunque no sea su colección de canciones perfecta (personalmente, si tuviera que hacer un recopilatorio algún otro tema de sus epés estaría por delante, y eso que han rescatado varios para el disco) no deja de dar un golpe en la mesa. Y uno de los que hay que celebrar cerveza en mano.
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