Tres años después de “Fast Forward”, vuelven al mercado los vizcaínos The Ribbons. Lo hacen con un nuevo disco, “Neurotransmission”, que, en realidad, grabaron ya en diciembre de 2023. Lo hicieron en casa de Martín Guevara, Silver Recordings, y ahora, meses más tarde, les toca compartirlo y defenderlo en directo.
Instalados cómodamente en el castellano, el inglés, en esta nueva hornada, es residual pero significativo. Está aún en su nombre, en el nombre del disco, y en una improvisación con la que cierran el mismo. El inglés también se mantiene en la versión que han elegido para coronar esta colección de canciones. Si en el anterior eligieron a Kylie Minogue, en esta, es el turno de Joan Jett y su “I Love Playin’ with Fire”. El contraste, por lo tanto, no es ahora un valor, pero aciertan con la elección porque la energía y contundencia del original encajan perfectamente aquí.
Antes de esa versión y de la improvisación con la que sellan “Neurotransmission”, The Ribbons incluyen, en este disco, siete canciones propias, todas en castellano. Reinan de nuevo las guitarras, que además saben trabajar en equipo, disintiendo en tono y por lo tanto contribuyendo en conjunto. Convence una base rítmica capaz de invocar lo mismo un fuego que un temblor que un bálsamo, para que luego la voz de Beatriz Catalán despliegue todas sus dobleces expresivas.
Las trazas de punk, por ejemplo, ya se aprecian en “Hentai”, la canción que abre el disco. Es traviesa pero penetrante, repleta de matices e insinuaciones que registran la letra y su fraseo. El nervio se culmina en un final impetuoso que recuerda al que alargará después “Me gusta”. Esta también es sinuosa, casi resbaladiza, pero tiene un barniz distinto, sensual, igual de orgánico. También parecen acercarse al punk más crudo en “No te dejes”: una canción de mensaje comprometido que termina con risas nerviosas y rebuznos simbólicos. Las guitarras hipnóticas de “Sal de mi vida” no evitan que se sombree un poco más, ganando en potencia desde el sosiego, con un tono más garajero.
El bajo palpita al comienzo de “Pesimista disfrazado”, donde caminan más hacia el rock and roll y recuerdan a una Chrissie Hynde que se desboca al final. En esta ocasión, los coros -- muy bien empleados en el disco -- lucen más en intervalo, con un tono conversacional. Esa conversación es más íntima en “No es mala idea”, terapéutica, casi catártica, donde bajan un pelín el ritmo para ganar inmediatez. Algo que no buscan en “Metaverso”, la canción elegida para presentar el disco, donde todo se llena de sombras, duplicidades y ambigüedades. La sombra que atrapa en la portada de Fermín Urdanoz se convierte aquí en un juego de caretas que invita, casi obliga, a la exegesis y la reflexión. No es solo la letra y la interpretación, es también una estructura maleable donde todos los instrumentos parecen evocar un paisaje denso pero inspirador.
Para que funcione la sinapsis es necesario que haya neuronas. Así que me temo que vas a tener que utilizar las que tengas si quieres disfrutar de esta neurotransmisión. The Ribbons despliegan toda su fibra nerviosa en un disco donde el fuego más que quemar, estimula.
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