Perder a John Pike, batería y amigo de estos jovencísimos neoyorquinos que han ido convenciendo al personal desde que pusieran los pies en la Península Ibérica durante su actuación en Paredes de Coura puede que sea parte fundamental para entender el tono melancólico que rodea a casi todo este gran debut. Aún así, elegancia y desenfado no se han perdido en lo que ha venido a ser lo que el que firma esperaba de ellos tras encontrarme hace meses con un prometedor primer Ep. A medio camino entre Vampire Weekend y The Arcade Fire, por poner el menos ocurrente de los ejemplos, los de Syracuse derrochan una energía que, transformada gracias al violín y el chelo de sus dos componentes femeninas, unas melodías pop cuidadas hasta la perfección y a una base rítmica sólida hace que el oyente quede atrapado en un trance en el que tan pronto saltas por la habitación como te paras a reflexionar sobre unas letras brillantes.
“The Rhumb Line” pide abrazar y ser abrazado, sonreír y que te sonrían, llorar y dejar que lloren, bailar sin parar y disfrutar viendo brazos en alto y cuerpos girando. Vaya que temas como ‘Ghost Under Rocks’, temazo indiscutible que incluso reversionan al final del disco, “Each Year” y ese tufillo ochentero de sus teclados, las saltarinas “St Peter’s Day Festival” o “Winter 05” son algunos de lo mejores momentos sonoros de este trabajo. “Dying Is Fine”, dedicada a Pike pone delicados asuntos sobre la mesa mientras que “Too Too Too Fast” nos recuerda épicos momentos de los canadienses con los que los comparamos antes. ¿Y esa impagable versión de Kate Bush que realizan en “Suspended In Gaffa”? Les diré que este disco está entre mis favoritos de este curso. Necesitábamos un disco así este año.
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