Salvo raras excepciones, un grupo tiene su momento, más o menos prolongado en el tiempo. Lo máximo que se le puede pedir a las viejas bandas con pasado ilustre (del que muchas veces no vieron un céntimo) es que no manchen demasiado su legado con nuevos discos espantosos. Pero, ¿quiénes somos nosotros para pedir a quien sea que deje de sacar discos bajo su nombre original? Y, ¿no es todo un síntoma que las viejas glorias del post-punk busquen una segunda vida?
Es tan lícito pensar que los The Pop Group de 2016 tienen poco que ver con los de aquellos dos discos originales de 1979 y 1980 que reventaron las convenciones del punk con su radical deconstrucción del rock, como que tienen todo el derecho a vivir una nueva vida, toda vez que, además, en su momento las circunstancias se lo impidieron. La cuestión es que, resucitada de entre los muertos del post-punk hace seis años vía ATP, la banda de Mark Stewart publicó un nuevo disco sorprendentemente interesante hace menos de dos años (“Citizen Zombie”), y continúa con ganas de marcha: Hace coincidir su nuevo artefacto, con una ambiciosa gira británica y algunas fechas continentales.
Si el funk glacial marciano y disonante era el leitmotiv de “Citizen Four”, con resultados en bastantes ocasiones de sorprendente frescura, su nuevo trabajo profundiza en sus hallazgos (“City of Eyes”, “Little Town”, el single “Zipperface”, la excelente “Heaven?”), pero se interna por terrenos más áridos. “Instant Halo” o “Pure Ones” suenan por momentos a unos PIL plomizos, espesos, pero en “Michael 13” y la abrasiva “War Inc.” demuestran pegada y ambición, combinando desarrollos sinuosos y difíciles que evocan su debut de 1979, con ritmos y bajos robustos. Una de cal y otra de arena.
Stewart despotrica con histrionismo deliberado sobre las alienaciones y miserias del mundo mercantilizado ad nauseam en que vivimos (más presente que futuro distópico), bajo la mirada del productor habitual Dennis Bovell, al que esta vez se suma Hank Shocklee, ilustre productor de Public Enemy. Aunque “Honeymoon On Mars” se ve lastrado por inevitables tics en el ropaje de las canciones -ciertos arreglos como esos punteos de guitarra y algunos sintetizadores-, el balance final vuelve a ser difícilmente mejorable, si tenemos en cuenta el tiempo que ha pasado. Manda narices que señores de esta edad tengan que dar lecciones de inquietud artística. No es tan fácil, no. Que se lo digan a Gang of Four.
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