Un análisis a vuelapluma del esperadísimo retorno de Conor Oberst bajo el nombre de Bright Eyes tras sus diversas aventuras paralelas (ahí quedan un par de discos con la Mystic Valley Band, el primero muy recomendable, el segundo no tanto, y su participación en el súper grupo Monsters Of Folk), puede llevar a calificar de forma reduccionista a “The People's Key” como un trabajo que sigue los pasos de “Digital Ash in a Digital Urn” (un gran disco de pop que quedó tapado por la grandeza “I'm Wide Awake, It's Morning”, todo sea dicho). Y si bien algo de verdad hay en ese análisis, no es suficiente para describir las claves de lo nuevo de Bright Eyes. Un trabajo que, a pesar de apostar claramente por el –power- pop (canciones enormes como “Triple Spiral” y "Beginner's Mind" definen por si solas esa apuesta), funciona como un compendio de toda la carrera del menudo cantante de Omaha. De hecho, estamos ante el disco más variado de Oberst, el más abierto de miras en lo que a cuestiones de sonido se refiere. En “The People's Key” se escuchan guitarras a lo Creedence Clearwater Revival ("Firewall") y a lo Fleetwood Mac ("Jejune Stars"), teclados que son puro The Cars ("Shell Games", "Haile Selassie" y “Jejune Stars”), hay escapadas al sonido americana más fresco con "A Machine Spiritual (In the People's Key)" y la conmovedora "Ladder Song", y guiños indietrónicos a New Order en "One for You, One for Me". A nivel de textos, vitales para entender el universo Bright Eyes, Oberst, cual Belén Esteban del indie en versión emo, sigue aireando de forma pública sus carencias afectivas, sus demonios personales y su vena panfletaria, soltando perlas marca de las casa tales como “A snuff film on a JumboTron for all the world to see” ("Beginner's Mind") o “My private life is an inside joke, No one will explain it to me” (“Shell Games”). Genio y figura.
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