Nuestra tendencia habitual a pensar que todo tiempo pasado fue mejor puede llevarnos a ensalzar viejos discos con demasiada alegría. Nuestro miedo a ensalzarlos con demasiada alegría puede llevarnos a no apreciar la importancia y la validez de determinadas obras en toda su magnitud.
Por eso, a veces me planteo hacer la “prueba del algodón”: cuando un amigo escucha, sin saberlo, “The Set Up” y me pregunta si la canción pertenece al nuevo álbum de Primal Scream confirmo mis sospechas. La vigencia de la etapa primeriza de Cabaret Voltaire, aún hoy, veinte años después, es total.
Antes de que su afán experimentador los lanzara en brazos del ruido puro y duro, y antes, mucho antes, de su etapa ciberdélica (a medio camino de la EBM y el acid house) Richard H. Kirk, Stephan Mallinder y Chris Watson, se convirtieron, junto a otros elementos peligrosos como Suicide o Chrome, en vértice de un movimiento que aunó el caos sonoro del punk, la oscuridad industrial y el afán de encontrar nuevas vías de expresión para la música popular a través del dub y la electrónica.
Todavía esperamos que alguien sea capaz de hacer avanzar el género. Y eso no es nostalgia. Ineludible.
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