Enfrentarse a un nuevo trabajo de The Orb obliga a aceptar que hoy en día, con todos los revivals, los rescates, las reformulaciones y las exhumaciones de sonidos de cualquier época conviviendo al mismo tiempo en nuestros dispositivos móviles y PC's, el concepto de anacronía es algo que conviene poner en cuarentena. Al menos, esa es la forma más provechosa –y benevolente, claro– de lidiar con los gurús de un género más propenso a la rápida obsolescencia que ningún otro: la electrónica. Y lo decimos no porque este álbum, el decimoséptimo de The Orb y primero en el que la autoría del material es compartida entre Alex Paterson y Michel Rendall, sea precisamente endeble ni baje el listón respecto al estimable “No Sounds Are Out Of Bonds” (18) –aquel era bastante más pop, eso sí, aquí el protagonismo recae menos en las voces y la duración de los cortes es más larga– , sino porque seguramente sea esa la forma más provechosa de sacarle partido a un discurso que, inevitablemente, gira sobre sí mismo desde hace casi tres décadas, aunque lo haga con solvencia y dignidad.
Así, y bajo un título de connotaciones políticas algo remotas, que alude al respaldo de la familia real británica al comercio del opio con la India en los siglos XVIII y XIX (y que deja en manos del consumidor trazar paralelismos con la actualidad), se van sucediendo el soul cósmico de “Missing For Daze”, el house robotizado –parece una contradicción– de “House Of Narcotics”, el techno estirpe Detroit de “Hawk Kings”, dedicada a Stephen Hawking (fan declarado de la banda, al parecer), el house ondulante de “Hooney Moonies”, el ambient políglota de “Pervitin”, la coyunda de atmósferas jazzies y ritmos dub de “Shape Shifters (In Two Parts)”, la cadencia reggae de “Say Cheese” o “Ital Orb”, el drum’n’bass terso a lo Moving Shadow de “The Queen Of Hearts” y, finalmente, la larga bajamar ambient de “The Weekend It Rained Forever” y “Slave Till U Die No Matter What U Buy”, esta última proclamada por ellos mismos como revisión cósmica del “Stay In Your Home” de Jello Biafra, con la amenazante (y profética, teniendo en cuenta cómo andamos) advertencia de no abandonar el hogar.
Un brebaje, en resumen, que no por componerse de ingredientes más que utilizados deja de resultar estimulante. Al menos en dosis medidas.
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