Nuevos bosques

Tienen mucho en común, pero son complementarios. Y creo que esa es la clave para que la alianza entre Ramón Rodríguez y Ricardo Lezón depare discos tan bien trabados. Uno canta en tonos más altos, el otro en más sombríos. Uno tira más al folk y al pop, el otro más hacia la parsimonia de corte slowcore. Y aunque esta vez todos los textos los firma Ricardo, me da la impresión de que las canciones que canta Ramón albergan más reflexiones personales sobre el paso del tiempo, la nostalgia y la vida, y en las que entona el alma mater de McEnroe aflora más la segunda persona, las relaciones sentimentales directas y cierto costumbrismo. No sé si realmente han trabajado así, repartiendo el material según quién lo fuera a cantar, porque incluso cortes como “Niño aún”, que tiendo a identificar con la primera de esas dos sensibilidades, están atribuidos a un poemario de Ricardo y eso me hace dudar. Pero tengo esa sensación.

Ocho años después de "Lluvia y truenos" (2016), llegan trece nuevas canciones (tres más en la edición en vinilo, que no son en absoluto descartes: quince minutos que valen mucho la pena) que reinciden en ese equilibrio entre lo acústico y lo eléctrico, entre lo personal y lo colectivo, siempre desde una intimidad que suena sincera. Brota incluso una veta synth pop, casi bailable (aunque digan bailar en la siguiente, en la serena “El saltillo”), en una canción como “Viernes noche”. Hay mucho lirismo, finura y oficio en estos 44 minutos – 57 para quien desembolse – grabados en los estudios Nautilus con la producción de Jordi Solans y el propio Ramón y la participación de gente de confianza cono David Cordero, Leia Rodríguez, Ricky Lavado y Marc Clos. Y, sobre todo, el convencimiento de que esta entente sigue arrojando algo más que la mera suma de sus partes. Que se destapa como mucho más que un pasatiempo aleatorio o de entretiempo, algo que en materia de creación pop suele ser precisamente al revés.