Que The Messthetics son un grupo con inquietudes artísticas es algo que nadie puede negar. Joe Lally, el bajista, y Brendan Canty, el batería, tienen un pasado mítico como parte de uno de los grupos que cambió el punk para siempre: Fugazi. Desde esta banda comandada por el gurú del házlo tú mismo Ian MacKaye, el punk abrió posibilidades a otros géneros y sobre todo a otras sensaciones ya que estos tipos fueron capaces de cambiar el significado de la palabra urgencia, término eternamente emparentado con el punk y el hardcore.
El post-Fugazi es largo y jugoso y tiene total sentido en The Messthetics, dueños de un sonido de jazz con actitud y sin prejuicios, con energía y tiempos de 4x4, pero también con llamativo vuelo incidental.
En 2024 llegan a la corporizar esta interesante sociedad con el saxofonista James Brandon Lewis, un activista de la música, consagrado jazzman en constante búsqueda del desafío sonoro. El resultado de la yunta es excelente: una amalgama de creatividades vívidas que se respetan y quieren, una especie de matrimonio perfecto.La rusticidad del sonido de base hace pie y destaca en lo intrépido del tocar de Lally y Canty, mientras Lewis y el guitarrista Anthony Pirog se complementan en algunas melodías laberínticas y otras de salida clara, favoreciendo a la escucha global del álbum.
Las referencias que afloran al escuchar resultan obvias y con total sentido. Hay secciones en las que el grupo nos recuerda a una suerte de Naked City minimalistas, luego se escuchan ecos al ambiente que suele proponer Marc Ribot. Es que el espíritu de John Zorn sobrevuela la causa: aunque este sale por Impulse, subsidiaria de Verve, The Messthetics lanzan sus discos por Dischord (propiedad de MacKaye), pero el primer sello que les puso el ojo fue Tzadik, propiedad de John Zorn, de quién es Marc Ribot uno de sus colaboradores principales y también es compañero de aventuras de Lewis en otros proyectos.
“The Messthetics & James Brandon Lewis” es un disco para poner a cualquier hora del día, puede funcionar como un espresso doble en la mañana (“That Thang” que felizmente recuerda a Morphine) o como un spliff índico after cena (“Asthenia” o la intrigante y genial “Boatly”). Incluso se sube al sonido art rock en “Fourth Wall”, tema que Thom Yorke podría haber sumado al “In Rainbows” de Radiohead para luego jugar al blues en “Railroad Tracks Home”. Definitivamente el cuarteto encuentra un sentido magnífico de la coherencia dentro del eclecticismo. ¿Lo decimos más claro? Menudo discazo, macho.
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