Admito que la idea de la versión acústica del último y triunfal disco de regreso de The Mars Volta me generaba algo de preocupación. Sabemos que el arte de la exageración típica de la cultura estadounidense se hizo presente de maneras particulares –obviamente no de la típica forma estadounidense– en la agenda histórica de la banda de Cedric Bixler-Zavala y Omar Rodríguez López, y siempre, mal que mal y exceptuando las feroces críticas de cierta parte del periodismo especializado, salieron airosos de ese vulnerable lugar artístico.
Cito la palabra exageración porque podría verse de ese modo que volvieran con un disco pop y luego lo revisen en acústico. Pero ¿menos más menos era más, no?
Volvamos a las primeras sensaciones: en todos esos pensamientos pseudo apocalípticos olvide recordar el “momento Messi” que están viviendo: volvieron y tras una larga carrera fueron campeones mundiales. La inspiración que los devolvió a los podios (léase podios como la devoción de su público, el éxito de las giras y las buenas críticas obtenidas en 2022) parece seguir con energía, engordada de aciertos melódicos y de arreglos que suenan con total naturaleza.
Si hay algo que se echaba de menos en la versión original del disco era algo más de presencia de la vibra latina que marcó el camino con el primer single “Blacklight Shine” y luego con el micro tema “Que Dios Te Maldiga Mi Corazon”, el cual, oh causalidad, titula este álbum. Pues aquí esta deuda queda saldada o al menos ya no aprieta del mismo modo que antes gracias a que, por citar un ejemplo claro, las percusiones no suenan a escobillas y parches sin bordona o sea a una simple minimización del ruido o jazzificación indisimulable, por el contrario expresan raíz, misterio, ritual, tribu y conjuro.
Por encima de una excelente interpretación en instrumentación en general (Omar Rodríguez López en guitarras, Eva Gardner en bajo, Leo Genovese en piano) y que la voz de Bixler-Zavala esté en un momento de gracia, es determinante el hecho de que el ritmo cardíaco del disco es la percusión a cargo de Daniel Díaz, y que esto tiene directa injerencia en la percepción latina de la banda.
De más está decir que la calidad de estas composiciones asegura que sean versionables en infinitas estéticas sonoras, pero lo que más entusiasma de este disco cálido, dinámico, amoroso es que suena humano. Pido disculpas por la cursilada pero en la discusión intensa que abunda hoy en día sobre la inteligencia artificial, la preguntá surgió abruptamente: si le pido a la IA que me haga la versión acústica del último de The Mars Volta, ¿me devolverá algo tan bueno como esto? Ni de coña. Y que Dios le maldiga el corazón a todos los que atentan contra el desarrollo humano orgánico.
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