Estos dos son los discos que cimentan la reputación de Nico como artista plenamente singular, alejada del rol más bien decorativo (aunque no insustancial) que arrojaba su participación en el primer disco de The Velvet Underground en 1967. Son el segundo y el tercero de su carrera en solitario, los que le produjo John Cale, quizá la persona que más incondicionalmente la apoyó. Y su reedición en vinilo y CD por parte de la londinense Domino Records es una extraordinaria noticia, que llega en un momento particularmente propicio, tras la publicación de un libro como fue el excelente "You Are Beautiful & You Are Alone". La biografía de Nico (Contra, 2022), de Jennifer Otter Bickerdike, publicado originalmente en inglés un año antes, al margen de algunas otras biografías y aquel biopic de hace unos años.
No encontraréis aquí material inédito, porque no hay arcones por ventilar. Pero sí un cuidadísimo trabajo de edición, con libretos interiores en los que brillan sendos textos del periodista Peter Dogget: el del primero de los discos, "The Marble Index" (1968) es una semblanza, el del segundo, "Desertshore" (1970), es una esclarecedora entrevista con la gélida seductora alemana. Ninguno tiene desperdicio, y se acompañan de fotografías inéditas de Guy Webster. Nico estaba en estos tiempos casi más cerca de la música clásica que del pop o del rock convencional, y eso la relegaba a la condición de paria en aquel contexto histórico. Tampoco el aura de modelo que la precedía le ayudaba. Se quedó en figura de culto, más apreciada en la vieja Europa que en Norteamérica.
Estas son las 18 canciones que le granjearon la admiración eterna de Elliott Smith, Morrissey, Jamie Stewart (Xiu Xiu), Bobby Gillespie o Mark Lanegan. Las que proyectaron su sombra, con su armonio, su viola, su adusta dicción y su sonido oscuro, sobre Siouxsie Sioux, Lydia Lunch, Linder Sterling, Lene Lovich, Bauhaus, Kendra Smith, Gemma Ray, Anna Calvi, St. Vincent, Dead Can Dance, Fennesz o Zola Jesus. Sobre todo el rock gótico de los años ochenta y mucho más allá. Su escucha sigue sin ser una experiencia mullida ni complaciente, pero sí didáctica. Y sobre todo concretan la reivindicación justa de una artist incomprendida en su tiempo, cuando no ostensiblemente despreciada.
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