Sorprende que Stephin Merritt, de tan exhausta como podría tener la chistera, aún se guarde trucos efectivos e incluso alguna mano ganadora. Sobre todo teniendo en cuenta que la escritura de canciones es para él más un trabajo laborioso que un involuntario chute de inspiración divina. Prácticamente lo ha hecho todo: triples tirabuzones en torno a los pliegues del amor, tratados de distorsión en pleno siglo XXI, discos que empezaban por la misma letra (la “i”, en su caso) y hasta una detallada autobiografía que nadie ha tenido el cuajo de abordar como él, a canción por año y para celebrar sus cincuenta tacos.
Seguramente este "Quickies", tan inspirado en la lectura de relatos cortos como en el diminutivo que sería sinónimo de un polvete (su ácido doble filo no se agota), sea el efecto acción-reacción de aquel ejercicio de introspección que fue "50 Song Memoir" (2017): prima aquí la mirada externa, la visión cáustica de las relaciones de pareja, la mordaz sátira acerca de la clase política, la puesta en solfa de los estereotipos rockistas y filogays y un sentido del humor francamente cabrón al servicio de una colección de canciones escuetas y austeras, en las que delega más que nunca en las voces femeninas (Claudia Gonson y Shirley Simms), quizá por aquello de no ceñirse más de lo imprescindible a una lectura lineal de sus letras.
Un ejercicio de contención (cortes que apenas rebasan los dos minutos), no siempre citándose con las musas en las alturas, pero sí encadenando instantes siempre estimulantes, que ratifica a Magnetic Fields como miembros destacados del club de más atildados miniaturistas pop de las últimas décadas, sacando la cabeza entre Guided By Voices, Young Marble Giants, Beat Happening, Papas Fritas o They Might Be Giants.
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