Uno de los fenómenos más curiosos en la Historia de la música independiente tuvo lugar cuando 4AD consiguió convertir al Misterio de la Voces Búlgaras en superventas alternativo. Claro que un vistazo al roster del sello de Ivo Watts-Russell por aquel entonces lo explica todo… Los Eluvium, Max Richter, Dakota Suite, Goldmund y compañía habían devuelto en los últimos años el halo clásico a la música popular actual, pero curiosamente ninguno de ellos ha levantado su obra a partir de cantos de sirena. Julianna Barwick sí. Pocas veces el adjetivo “catedralicio” encuentra mayor sentido que cuando se refiere a las esculturas sonoras de la intérprete de Brooklyn, que en su segundo disco construye un conjunto de sentida espiritualidad a partir casi exclusivamente de su voz y una loopera que le sirve para emborronar con una y mil capas el lienzo sonoro. ¿Dónde está la frontera que separa a la Barwick de la new age? Pues al igual que sucede con Lisa Gerrard, grande entre las grandes, el límite tendremos que ponerlo cada cual a partir de los sentimientos encontrados que nos produzca la escucha. Y en lo que a mí respecta, reconozco que hacía tiempo que no caía en mis manos un disco que se conduzca por estos parámetros y me conmueva de la manera que lo hace éste.
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