Por volver a revelar como cierto aquello de que donde hubo fuego aún pueden quedar brasas, The Libertines han repetido esa secuencia que ya es lugar reiteradamente común en nuestros días: primero la gira de reunión y luego, como trasunto de esa presunta química recuperada, el álbum. El enésimo proceso de rehabilitación de Pete Doherty propició que las sesiones, tras el arrollador éxito de su tour de 2014 (con parada en el FIB y cima en su llenazo de Hyde Park) y antes de reeditar sold outs en 2015 (con repostaje en el Low) tuviera lugar en Tailandia. Y a esa faena se aplicaron allí Doherty y Bârat durante cinco semanas, ávidos de que la previsible multiplicación de los panes y los peces (en versión discográfica) elevase su entente por encima de sus respectivos trayectos, últimamente marcados por la primacía de la medianía y una inspiración menguante.
El resultado nos devuelve un reflejo consistente, vigoroso y solvente de lo que pueden ser The Libertines en 2015, once años después de su última entrega. Pero también higienizado, con el punch algo desgastado y las aristas más pulidas que nunca. El rock febril y desvencijado de antaño esgrime aún no pocas de sus señas de identidad. De hecho, parte del material de “Anthems For Doomed Youth” parte de aquellas sesiones, hace más de una década. Pero quizá la elección de Jake Gosling (Ed Sheeran, One Direction) a la producción, en un confeso intento por reiniciar la máquina de cero, no sea la más idónea para preservar intactas todas las cualidades de su discurso. Aunque los guiños a la anciana Albión y su reflejo actual se perpetúen. El desequilibrio en favor de los medios tiempos diligentes (“You're My Waterloo”, “The Milkman's Horse”, el tema titular) y en detrimento de sus proverbiales andanadas eléctricas, empapadas en alcohol (“Gunga Din”, “Fury Of Chonburi” o esa “Iceman” que roza el autoplagio), contribuye también a madurar la sensación de que lo que han ganado en oficio lo han perdido en mojo. O lo que es lo mismo: cumplir sin volver a seducir. Un acostumbrado signo de estos tiempos. Su lejana imperfección resultaba más tentadora.
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