Siempre resulta más fácil tejer vínculos de cercanía con aquellos grupos que, lejos de comportarse como entes anquilosados sujetos a una producción que dista poco de lo que supone fichar rutinariamente cada día en la oficina, nos hacen partícipes de un constante replanteamiento de su propuesta. The Kleejoss Band pertenecen a esa seductora estirpe, convirtiendo su trayectoria profesional en el espejo de una inquietud creativa que irremediablemente también está supeditada a las vicisitudes, a veces especialmente cruentas, con las que sorprende la vida. Sin descabalgarse nunca de una rotunda filiación al rock americano, dicha determinación no les ha obligado a someterse de forma inquebrantable a ningún credo, lo que ha derivado con naturalidad en que cada uno de sus trabajos emerja bajo una personalidad propia y distintiva, no siendo “Porvenir”, su más reciente publicación, ninguna excepción en ese sentido.
Que el subtítulo escogido para agrupar a sus actuales composiciones, “Guitar Town Sessions Vol.2” , señale a un segundo capítulo que numéricamente les emparienta, como consecuencia de las imposibilidades surgidas durante la pandemia, con “El Secreto” (18) y no con su directo predecesor, “Maleza”(Milana Música, 21), no significa ningún paso atrás, un término que la formación maña se niega a conjugar, sino la constatación de un común ecosistema relacionado con el lugar donde se ha celebrado la grabación, que no es otro sitio que esa Shangri-La invocada por aquellos amantes de este tipo de sonidos que simbolizan los estudios propiedad de Hendrik Röver, quien además de controlar la manija en la producción se involucra activamente en el campo instrumental. Más allá de eso, sus pasos siguen espoleados por un trayecto que sólo entiende de consumir etapas y donde el castellano se mantiene como lengua vehicular con la que dar voz a un esqueleto musical que dibuja diez nuevas canciones, desinhibidas a la hora de asimilar lo aprendido, en una ya más que considerable trayectoria, y que funcionan como correa de transmisión para un concepto vitalista y esperanzador, aceptando la máxima de que no existe guerra perdida más allá de aquella que no se está dispuesto a librar.
Y si de lo que se trata es de invocar al coraje necesario para atravesar el –en ocasiones demasiado– espeso desierto, nada mejor que abrir ese itinerario con un tema como “Afortunado”, que más allá de servir como una certera declaración de intenciones a la hora de saber gestionar los nubarrones en busca de un resquicio de luz, no lo es menos en cuanto a reafirmar el impulso eléctrico, especialmente distorsionado y crujiente en las guitarras, que domina el álbum. Asentados ya en ese hard-rock sureño del que pueden hacer de estandartes tanto The Black Crowes como los primerizos M-Clan, “Ladrar o morder”, un retrato fieramente humano cada vez más reafirmado por la tozuda realidad, escoge un medio tiempo de melódica naturaleza mientras que “Cómo hemos llegado hasta aquí”, en la que la presencia de ese gen destructor parece establecer su radio de acción en un ámbito más particular, incorpora la ductilidad que proporciona siempre la cadencia funk, resurgiendo su vena más furiosa y encolerizada en un “Norte-Sur” que encara la carretera vital mientras en la radio del coche suenan a potente volumen Buckcherry.
Sin abandonar un espacio delimitado por la tradición más polvorienta y cruda, los paisajes van a ir mudando de climatología sonora, porque si el tema homónimo recoge la nostalgia escrita entre grandes explanadas, hay en su intensidad un acento que nos remite a un dramatismo consustancial al rock noventero (pongamos que nos referimos a Screaming Trees) que guiará también al armonioso escenario de “El hombre de las oportunidades prendidas”, todo un tratado teórico y práctico contra el inmovilismo, hacia una apoteósica exhibición de fuerza. Una tormenta desatada que encontrará su Némesis en la breve y evocadora pieza instrumental acústica, “Raíz”, donde parece dibujarse la figura de Neil Young en la playa, que extenderá una lógica hermandad con el regusto campestre de “Ruinas”, un tema de título lo suficientemente explícito como para no encontrar tras él la oportunidad que nos ofrecen las demoliciones para próximas edificaciones, y con una “Estaciones” que, haciendo de lo aleatorio el camino hacia el paraíso, lleva el sello referencial del repertorio en solitario de Hendrik Röver, por lo que no hay espacio a la casualidad en el hecho de que sean sus guitarras las que aparezcan en estas tres piezas.
Cualquier disco que aspire a erigir un concepto global de alta temperatura emocional, y sin duda el trabajo firmado por el cuarteto maño lo es y en grandes cantidades, necesita por lo menos un punto de fuga que ejerza como foco principal donde se acumule toda la pasión. Una cantidad que resulta exigua para unas huestes zaragozanas que parecen no quedar saciadas con las texturas soul -un territorio en el que han demostrado su certera puntería cada vez que se asoman a él- incorporadas a una rasgada y estremecedora “En mis manos”, que deciden bajar el telón con un “El faro” de atmosférica naturaleza donde la intensidad, representada en unas fornidas guitarras que llevan su voltaje hasta el extremo, se encomienda a continuar las huellas desplegadas por los míticos Crazy Horse.
No existe futuro que no se alimente de decisiones presentes, algo que tienen muy claro The Kleejoss Band, ya sea en el aspecto personal como en aquel que hace referencia al ámbito creativo. Así lo atestigua un nuevo trabajo que clama rabioso pero comprometido con la firme determinación de buscar soluciones al inevitable empedrado con que está asfaltada la vida. Este “Porvenir” se retrata entre virulentas guitarras y emocionantes melodías que representan magistralmente el esforzado ánimo que conlleva buscar el horizonte entre la penumbra. Porque la esperanza de mañana también se puede conjugar bajo ese viejo idioma llamado rock and roll.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.