The King Of Limbs

Dejémonos de argumentaciones de fan perdonavidas que rinde pleitesía a sus héroes de infancia. “The King Of Limbs”, como viene siendo habitual en Radiohead, es un álbum que requiere de buenas dosis de vaselina para anular el tedio que subconscientemente provoca en las primeras escuchas.

Es su trabajo más breve hasta la fecha (poco más de media hora) y, no nos engañemos, el que afianza a Thom Yorke como el timón que empuja a sus compinches en la búsqueda de la reinvención sonora y la anulación radical del rock ortodoxo que de algún modo aún había sobrevivido (a cuentagotas) en sus anteriores trabajos.

Si nos hubieran dicho que nos íbamos a encontrar con una segunda parte de “The Eraser” todo seguiría su curso. Pero bajo la etiqueta de Radiohead uno sólo puede entender estas ochos piezas que forman "The King of the Limbs", como un conjunto de descartes que, por vez primera, no han conseguido ni emocionarme ni hacerme ver con recelo los cuchillos de mi cocina.

Siguen empeñados en explorar las percusiones electrónicas (la Burial “Feral” en manos de James Blake habría tomado un cáliz bien distinto) y reinventar su universo bajo el prisma del jazz marcial antimelódico (“Morning Mr. Magpie”) en una primera parte que llega a su cumbre con una “Lotus Flower” en la que vuelven a mezclarse con la plebe.

Sin duda, lo que un servidor pide a un disco de Radiohead llega en su segunda parte: aquella en la que el envoltorio electrónico se desinfla y con poco más de un piano (“Codex”, hermanada con “Pyramid Song”) o una guitarra acústica y superposiciones vocales (“Give Up The Ghost”) consiguen que el tiempo se ralentice y todo cobre un mínimo de sentido.

Ellos seguirán yendo por libre y reclamando nuestra concentración cuando nos lo pidan, pero, esta vez, ni aún escuchando el disco veinte veces la magia se ha apoderado de mí.