Con el silencio llegó la contención. Con el confinamiento, la introspección. Con los estadios vacíos y los festivales en barbecho, el repliegue en los recuerdos de una infancia que transcurrió lejos de Las Vegas, en un pequeño pueblo (Nephi, apenas cinco mil habitantes, en Utah) del medio oeste norteamericano. Quizá es lo mejor que podía pasarles a Brandon Flowers y compañía. Es casi imposible leer este disco sin saber lo que ha ocurrido en el último año y medio, sin pasar por alto que no nació para ser coreado por miles de almas con los brazos en alto.
No es de extrañar que sus referentes literarios hayan sido John Steinbeck y Sherwood Anderson. Podría ser su propio "Nebraska" (Springsteen, 1982). De hecho, la inaugural “Western Hills” (que se arranca con solo piano y mandolina) suena a a U2, Springsteen y Ryan Adams, todo junto. Pero tiene su parte de espejismo. Aspira más bien a ser su "The Suburbs" (Arcade Fire, 2010) particular. Y tal y como lo han resuelto, es su mejor disco desde "Hot Fuss" (2004), si bien el listón no era precisamente infranqueable. Ni de lejos.
El tono es reflexivo, a veces hasta costumbrista. Mayoritariamente acústico. Con la harmónica asomando en canciones como “Quiet Town”. Focalizado en esa Norteamérica rural repleta de perdedores vocacionales, alcohol y su pizca de violencia. Se suceden los monólogos y diálogos de esa gente común, a modo de interludio entre canciones. Es la épica de siempre, pero más atenuada que nunca. Nada urbana y muy campestre. Tan bien embridada que no atosiga, apenas empalaga. Hasta la colaboración de Phoebe Bridgers en “Runaway Horses” supura una discretísima naturalidad.
El súbito estruendo que secciona “Desperate Things” lo podrían haber firmado Wilco. “The Getting By” es un cierre tan sereno como precioso, ejemplar broche al arrullo acústico que recorre estos cincuenta minutos sin apenas interrupciones. A Brandon Flowers le han sentado bien los cuarenta, y su proverbial derroche de grandilocuencia, tan de parque temático para el mínimo común denominador, aquí no suena (por fin) a cartón piedra. Por mucho que este disco seguramente no vaya ni a entusiasmar a su base de fans ni tampoco a granjearles nuevos adeptos entre quienes siempre les mostraron aversión: tiene visos de quedarse, en ese sentido, en tierra de nadie. Algo así como su disco de culto, si es que eso es posible, de un modo similar a como lo resolvieron Kings of Leon hace bien poco con "When You See Yourself" (RCA/Sony, 2021). Pero, ¿lo dijimos ya? Esta es la mejor versión posible de los Killers a estas alturas de su película.
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