Conviene decirlo desde el principio: “The Hungry Saw” es un disco a la altura de lo mejor de Tindersticks; es decir, de sus dos primeros discos. Han pasado quince años desde su debut y cinco tras el decepcionante “Waiting For The Moon”, que pareció situarles en un callejón sin salida, arrastrados por sus propios tópicos y víctimas de un cliché que seguía funcionando puntualmente, correcto en la forma pero previsible y sin emoción.
Dickon Hinchliffe, Al Macaulay y Mark Colwill dejaron la banda, que parecía abocada a la derrota. Todo lo contrario: Stuart A. Staples (voz), Neil Fraser (guitarra) y David Boulter (teclados y percusión) han dado con un trabajo que hace un tiempo resultaba inimaginable. No se guardan nada: aquí hay doce temas pletóricos, cada uno a su manera y todos haciendo lo suyo para redondear un conjunto sobresaliente. “Yesterday Tomorrows” y “All The Love” remiten al sonido más clásico del grupo, aquél que les hizo inconfundibles a mediados de los noventa para crear escuela, con la voz de Staples liderando su apuesta por dotar al rock de un alma que no se agota; los arreglos (precisas las cuerdas, en diálogo con el piano en “Come Feel The Sun”) aparecen en su sitio (con un suave toque pop muy setentero en “The Flicker Of A Little Girl”); y brillan los coros (en esta misma canción y sobre todo en “The Hungry Saw”). La introducción ya advertía de que estábamos ante algo grande, y los otros dos instrumentales enseñan también sus mejores cartas: “E-Type” es exultante, en un registro inédito, y “The Organist Entertains” se desliza en un ambiente cinematográfico, perfecto para ver la vida pasar en un clásico blanco y negro. Para el final queda la estudiada lentitud de “Mother Dear”, la melodía y los coros que rompen “Boobar Come Back To Me” y el estribillo que vuelve una y otra vez en “The Turns We Took”, mostrando a unos Tindersticks con una versatilidad que les permite alcanzar una victoria sin paliativos.
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