Hace un par de décadas, año arriba, año abajo, un buen puñado de bandas recogían el testigo de lo que a finales de los ochenta, a los críticos les dio por etiquetar como N.R.A. (Nuevo Rock Americano). Una segunda hornada de grupos que, con Wilco y su flamante 'Yankee Hotel Foxtrot' (2002) como punta de lanza, daban continuidad al trabajo iniciado con anterioridad por bandas como Green On Red, Grant Lee Buffalo o The Dream Syndicate y continuado durante la siguiente década, la de los 90, por otras como The Jayhawks, Lambchop, Cracker o Whiskeytown. Pues bien, de aquel relevo generacional surgieron unas cuantas bandas de carácter lúdico, aunque otras también tenían un poso reflexivo, cultureta e incluso en algún caso hasta político. Grupos como Drive-By-Trucker, The Decemberist, Richmond Fontaine, los propios Wilco, o la que nos ocupa, The Hold Steady,con su líder Craig Finn a la cabeza, combinaban el sonido más clásico del rock, con una visión arty destinada a un público cultureta, lejos del aficionado más cafre o paleto -puedes decir 'redneck'- al que suele ir dirigido el rock'n roll.
Todas esas bandas llevan en la actualidad la friolera de veinte años de carretera y a menudo con casi una decena de discos sobre sus espaldas. Es normal, por tanto, que la palabra madurez se escape en cualquier teclado a la hora de catalogarlas. Y también es normal que los focos de la actualidad ya no se posen sobre ellas y que, en cierta medida, sobrevuele sobre sus cabezas cierta sensación de oportunidad perdida. De que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que será difícil volver a ocupar portadas o conectar con lo más jóvenes. Lo que toca es sobrevivir, manteniendo viva la llama del oficio y seguir editando trabajos sólidos que levanten el pulgar aprobatorio de los que aún les prestamos atención.
De eso y no de otra cosa, va el nuevo disco de The Hold Steady, el octavo de su carrera. Un álbum que según declaraciones del propio Craig Finn, abre una nueva etapa en la banda que él mismo ha calificado de versión 3.0. Y es que la principal novedad y no baladí, es la mayor presencia y protagonismo de los teclados de Franz Nicolay, que regresó al redil del grupo en 2016 tras su marcha en 2010. Y es que la ampliación del grupo a sexteto ha provocado un evidente refuerzo sónico. Porque este 'Open Door Policy' suena tan poderoso como reflexivo y ácido. Ya desde la inicial “The Feelers”, en la que Craig nos narra una una historia repleta de tensión e imágenes de impacto, el tema logra dejarte sin aliento por la gran carga dramática que atesora. Pero es que con “Spices” sucede lo mismo. El 'spoken word' de Finn va creciendo hasta cortarte el aliento, gracias a un sonido no exento de cierto barroquismo amenazador. Es aquí, en el segundo tema, cuando ya te das cuenta de que la escucha no va a ser un trago fácil, pero que precisamente por eso, no va a dejarte indiferente. Y así resulta. 'Open Door Policy' es todo un viaje de una exuberancia sónica tan áspera que te deja agotado, sin fuelle. Pese a ello, y bajo el influjo de su hipnosis, no puedes evitar volver a darle al play de nuevo. Y es que esa forma de mascullar las palabras, esas historias muchas veces recitadas sobre un colchón sonoro firme como una roca, tienen la extraña capacidad de envolverte y convencerte de que se trata del mejor disco que ha hecho The Hold Steady en la última década.
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