Los australianos The Goon Sax publican el que es su tercer disco de estudio, aprovechando la ocasión para afrontar un salto concretado en el fichaje por un sello tan venerable (y apropiado para su sonido) como es Matador. Seguramente sea la recompensa derivada de todos aquellos aciertos incluidos a lo largo y ancho de dos primeros discos tan funcionales como fueron ‘Up To Anything’ (Chapter Music, 16) y ‘We're Not Talking’ (Wichita, 18), que los posicionaron con convicción en el mapa de la escena indie.
En cualquier caso, James Harrison, Louis Forster (hijo de Robert Foster de los legendarios The Go-Betweens) y Riley Jones vuelven a probar en este lanzamiento las bien asimiladas influencias de no pocos grupos alternativos de los ochenta. Preferencias que abarcan desde Beat Happening a los propios The Go-Betweens, pasando por Yo La Tengo, The Pastels, The Feelies, The Vaselines, Talking Heads, Jonathan Richman e incluso los U2 de la época. Es uno de los entretenimientos que conlleva la degustación del presente trabajo, con ese disfrute concretado en descubrir referentes disimulados entre cada una de las diez piezas del álbum. Una secuencia de nombres todos ellos bien canalizados, con el claro objetivo de dar a luz canciones resultonas que, si bien no aspiran a mayor trascendencia ni presentan novedad alguna bajo el sol, rememoran a cambio (con tino y chispa) el valioso legado de todos esos grupos pretéritos. Un decálogo de aspecto vintage bajo la producción de John Parish que, en manos del trío y atendiendo a su desparpajo, resulta de lo más atractivo. Sobre todo durante piezas claramente destacadas dentro del lote, como ese trío inicial formado por “In The Stone”, “Psychic” y “Tag”, “Til Down”, una “Temples” que puede recordar a Luna, "Desire" o “Bathwater”.
‘Mirror II’ (Matador, 21) muestra a un grupo más asentado que, en cualquier caso, respeta ciertas premisas de su música: despreocupación, cierta inocencia y una medida baja fidelidad. Todo mientras el combo reaparece con mayor seguridad y convicción, hasta firmar algunas de las mejores canciones de esa carrera suya, todavía incipiente y con recorrido por delante. El elepé puede considerarse, en definitiva, un paso al frente del combo de Brisbane, no demasiado pronunciado ni desde luego determinante, pero sin duda en la dirección correcta.
Texto: Raúl Julián.
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