El debut homónimo de The Good, The Bad & The Queen dejó tan buen gusto allá por 2007, que desde entonces se ha venido suspirado por una continuación del súper grupo formado por Damon Albarn (Blur, Gorillaz), el bajista Paul Simonon (The Clash), el guitarrista Simon Tong (The Verve, Erland & The Carnival, Transmission), y el batería Tony Allen (Fela Kuti, Rocket Juice & The Moon). Para intentar consumar tales expectativas, la formación vuelve a desarrollar ese encantador aroma nostálgico de corte voluntariamente británico que, en esta ocasión, viene determinado por el actual entrono social y político, con el Brexit como forzoso telón de fondo. “Marrie Land” (Warner, 18) es uno de esos discos incuestionablemente contemporáneos que parte de bases clásicas para lograr su vigencia final. Un trabajo sentido y globalmente coherente, con una decena de piezas ampliamente expresivas aunque ligeramente irregulares en su individualidad.
Tras una breve introducción de diez segundos, el álbum se abre con el primer sencillo extraído del mismo, la fantástica pieza que sirve para dar título a la referencia y que, de paso, motiva que la ilusión se dispare definitivamente. Otros cortes intachables mantienen el estatus, caso de “Nineteen Seventeen”, “Lady Boston”, la delicadeza extrema de “Ribbons”, “The Truce Of Twilight”, la jugoteona “Drifters And Trawlers” o “The Poison Tree” ejerciendo como precioso final. Destacadas que se hacen acompañar de composiciones siempre cumplidoras, aunque menos inspiradas como “Gun To The Head”, “The Great Fire” (y sus ecos a Bowie) o “The Last Man To Leave”. En cualquier caso, todas ellas apuestan por esa melancolía que llega acompañando a la neblina inglesa, pero también pueden alcanzar a insinuar un halo de esperanza y la consiguiente mezcolanza de sentimientos, expandida sobre esos lienzos realistas y detallados que son las propias canciones. La obra alberga una generosa riqueza estilística concretada en la inclusión de complementos y picoteos varios con los que ultimar las creaciones: desde los coros que tienden a acompañar a la (maravillosa) interpretación de Albarn desde la lejanía a arreglos clásicos y pinceladas exóticas, pasando por la inclusión de algo de ska y también de kraut-rock.
Si otrora fue Danger Mouse el encargado tras los mandos, ahora la responsabilidad recae sobre el mítico Tony Visconti quién, junto al propio grupo, ha optado por una producción respetuosa, creíble y, por lo tanto, favorecedora con la intención de los autores. La esencia de The Good, The Bad & The Queen continúa intacta en una entrega que no hace sino reivindicarse exponencialmente a cada nueva pasada. Todo (y todos) suman a la hora de completar un elepé que gracias a sus encantos irresistibles y unas evidentes virtudes, termina por situarse al mismo nivel que su antecesor. Las sensaciones (y conclusiones) acarreadas por este segundo asalto del cuarteto no engañan, sucedidas ante un reencuentro ampliamente esperado y que al final ha resultado de lo más satisfactorio.
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