Valley Of Abandoned Songs

A veces me levanto con el carácter más agrio de lo normal, y me da por pensar que el mundo seria un lugar mejor sin tantos personajes que se creen artistas y andan tan escasos de verdadero genio. Y lo mismo pasaría si, los que atesoran talento, no se empeñarán en mostrarnos todo lo que hacen y se limitaran solo a deleitarnos con las obras que realmente creen que merecen la pena. Que ellos mismos separaran el grano de la paja y nos ahorraran tanta morralla, tanto ruido sin sentido. Pero, claro, luego uno reflexiona y se da cuenta que la obra maestra alcanza ese estatus por comparación y que necesita de toda esa inmensa mierda creativa para imponerse de forma rotunda, excelsa, por encima de ella.

Todo este rollo viene a colación porque lo que más me ha gustado del nuevo trabajo de The Felice Brothers es precisamente el título. La potente imagen que recrea ese valle enorme al que van a parar como riachuelos, la infinidad de canciones abandonadas. Las mismas que el artista dejó bajo llave en un cajón porque, en un alarde de integridad y franqueza, pensó que no merecían la pena ser mostradas al mundo. Que no aportaban nada memorable. Un valle en el que las canciones comparten espacio con los calcetines desparejos y tantos sueños truncados.

Llegados a este punto, el nuevo trabajo de The Felice Brothers es justamente eso. Un vehículo que da salida a los trece descartes de sus dos discos anteriores, los espléndidos “From Dreams To Dust” (21) y “Undress” (19). Canciones que ven ahora la luz porque, al saber de su existencia, un viejo amigo como Conor Oberst (Bright Eyes) insistió en que debían ser editadas. Y lo hizo hasta el punto de montar para ello y a medida un sello discográfico que bautizó como Million Stars. Otro de esos proyectos en manos de un músico que tiene más de romántico que vocación de negocio, pues dudo que la fortuna vaya a cambiar para The Felice Brothers y se conviertan con este álbum en lo que no han logrado hasta la fecha; ser reconocidos por el gran público. La suya es una propuesta de una solidez atronadora, pero parece que destinada inexplicablemente a una pequeña pero fiel base de fans de su folk-rock cargado de imágenes potentes y de una autenticidad a prueba de balas.

Y llegados a este punto y una vez escuchadas las trece canciones, nada nuevo bajo el sol. Nada que sumar a lo que ya se ha aportado desde 2005 y a lo largo de más de una decena de discos, es decir, The Felice Brothers en estado puro. Lo cual no quiere decir que canciones como las iniciales “Crime Scene Queen”, “Flowers By The Roadside” o la mas delicada “New York By Moonlight” tengan entidad suficiente para ser incorporadas a un set-list que por lo que parece jamás disfrutaremos en España. Y así,The Felice Brothers seguirán de forma sempiterna en ese estatus de grupo de culto que merece mayor suerte. Y, desde luego, no será gracias a discos como este que se rompa el encantamiento que les depara el destino. Aunque tampoco creo que, a estas alturas de la jugada, les importe demasiado.