Puestos a sumergirnos en la abrasiva audacia sonora del post-punk y su riqueza expresiva, mucho mejor recurrir al producto original, con perdón para la legión de discípulos, imitadores y acólitos que han surgido en la última década. Además, The Fall ni se fueron nunca ni han reaparecido últimamente a ver si sonaba la flauta. Llevan décadas formando parte del paisaje sonoro de la música asilvestrada y sin concesiones, atendiendo sólo reglas propias, es decir, en su mundo propio. No hay banda más ferozmente única que el vehículo sonoro del inefable Mark E. Smith, personaje irrepetible, azote de la corrección idiótica biempensante.
A dos años del apreciable Sub-Lingual Tablet (aunque hubo otro EP de por medio: la incontinencia creativa sigue siendo marca de la casa) nos encontramos con lo de siempre, consolidado ese sonido deliberadamente más brillante y robusto que caracteriza sus últimos lanzamientos. Lo demás sigue intacto: Portada inconfundiblemente cutre marca de la casa, títulos que hacen bandera del sarcasmo, el surrealismo o el ingenio gamberro, ritmos pétreos como el hormigón armado, patrones repetitivos hasta el infinito (¡no es repetición: es disciplina!). Y como guinda que da sentido a todo, las desaliñadas, abstrusas y caóticas letanías del gruñón de Salford.
Trallazos de furia como Fol de Rol o New Facts Emerge, festines de bajo ensimismado que desembocan en un frenesí digno de Mötörhead (Brillo de facto); miniaturas cabreadas con abrupto final psicodélico (Victoria Train Station Massacre); medios tiempos perversos y experimentales que casi evocan las disonancias de unos Slint metaleros (Couples Vs Jobless Mid 30´s); piezas de rockabilly surrealista que desembocan en indie mosqueado (Second House Now), píldoras más relajadas “pop” (Gibbus Gibson, Groundsboy). Aunque la furia maníaca se relaja un poco al final, a cuarenta años de la creación de The Fall, Smith y sus compinches no ofrecen ningún signo de flaqueza.
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