Mommy Don’t Spank Me
DiscosThe Drums

Mommy Don’t Spank Me

6 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 24-05-2021
Empresa — Island
Género — Pop
Fotografía —

Cuánto cuesta conservar el mojo. Y no solo eso: cuánto cuesta preservar la atención de los medios y conservar un fandom entregado y ávido de novedades. Lo saben perfectamente The Drums, quienes no han vuelto a gozar de la deslumbrante aura de indie darlings que envolvía todo lo que despachaban en sus primeros tiempos. Especialmente cuando desvelaron el mini elepé "Summertime!" (Moshi Moshi, 2009), su tempranísima cima, por mucho que el matiz suene al resabiado síndrome snob de “el primero era mejor”: se pongan como se pongan, nunca sonaron más frescos, magnéticos e ilusionantes. Eso es así. Por mucho que toda su discografía reserve momentos de interés, incluido "Brutalism" (ANTI, 2019).

No me queda del todo claro si es porque ellos lo saben, porque están especialmente nostálgicos ahora que todos nos vemos envueltos en la morriña pandémica o porque, simplemente, prefieren reservar más naipes en la manga de cara futuro, pero este "Mommy Don’t Spank Me" (Island, 2021) es una recopilación doble que se centra, sobre todo, en caras B, descartes y rarezas de los años 2010 y 2011, la primera etapa de Jonny Pierce y los suyos. Y en ese sentido, lo más sustancioso – con mucha diferencia – es el primer disco, con canciones que desprenden aquel desarmante candor de sus primeros tiempos, como la ensoñadora “When I Come Home”, la deshuesada “You’re The One That Makes Me Happy” o el elegantísimo synth pop neworderiano de “I Don’t Want To Go Alone”. Es un desigual trayecto de once cortes, la mayoría de ellos (pese a todo) dignos de hacerse un hueco a empellones en cualquiera de sus primeros trabajos.

Mucho más prescindible es el segundo disco, el de las remezclas. De las once, cuatro son de “Me and the Moon” (¿era necesario?), y prácticamente ninguna le añade una pizca de interés: apenas los destellos estroboscópicos de Clock Opera, porque ni el peñazo electro al que la somete Matthew Dear ni la pátina cinemática de Moonlight Matters ni el meneo ochentero de Twin Shadow aportan un gran plus. Algo más de gracia tiene el barniz garajero lo fi que le aplican Knight School a “Let’s Go Surfing” o la forma en la que Beat Connection tintan “Money” de un júbilo veraniego o Chad Valley la cambian por completo sin desbaratar su pringue de melancolía, aunque también es cierto que el mayor dinamismo de la materia prima favorecía un saldo más resultón. O cómo Trentemøller acerca “Days” a un registro que, hace quince años, aún hubiéramos calificado de indietrónico. En cualquier caso, es este un disco solo para fans fatales y completistas.

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