Jonny
DiscosThe Drums

Jonny

8 / 10
Fran González — 24-10-2023
Empresa — Anti
Género — Indie pop

Sin duda, una de las grandes tragedias para los indie-kids de la década pasada fue comprobar cómo The Drums se desmigó sin previo aviso hasta convertirse en una sombra muy somera y alejada de lo que la banda venía siendo a lo largo de sus dos primeros y gloriosos discos.

Un deambular sin rumbo fijo, con Jonny Pierce ya como único miembro del proyecto y una retahíla de discos que se sentían incompletos, carentes de interés, espesos y desconectados del que tiempo atrás había sido su público objetivo. Sin embargo, parece que ha tenido que pasar un tiempo prudencial para que el maestro del melodrama indie por excelencia haya terminado dando con la mejor forma de combinar accesibilidad, emoción y magia en su trabajo, sin renunciar a su vez a esa ya característica dosis de catarsis purgante que nos coge del cuello y no nos suelta.

Pierce es un alma torturada, autoconsciente de las raíces de sus traumas y con un pasado escalofriante y sin edulcorar que de un tiempo a esta parte se ha convertido en el leitmotiv de su discurso artístico. Por ello no nos debe sorprender que aquellos años de pistas rápidas y hedonísticas de corte surf-pop hayan pasado ya a la historia, en favor de una propuesta más cruda que ha requerido de reposo y análisis.

Mostrando en portada el cuerpo desnudo y en blanco y negro de su ejecutor, “Jonny” (Anti, 23) es la crónica a tiempo real de un proceso de sanación marcado por la lucidez de haber comprobado, a sus cuarenta, las consecuencias presentes de un pasado sin resolver. Sin miedo a lo que pueda encontrarse en el camino, Pierce desciende a los infiernos de su psique para darle una palmada retroactiva en el hombro a sus diferentes yoes y brindar las palabras apropiadas que sus versiones pretéritas hubieran necesitado escuchar en su momento (“You make me laugh like no one else / and you built a life where there was no life”, apunta en una naíf “Little Jonny”).

Su odisea por los recovecos de la memoria le llevará a hacer frente, con coraje y voluntad, a ciertos pasajes angostos de su vida, reconvertidos ahora en pistas endiabladamente pegadizas con las que cicatrizar a golpe de estribillo facilón y ritmo radiante (“Isolette”). Un don, el de sembrar luz entre tanta tiniebla, tan solo al alcance de aquellos quienes han trabajado a fondo en su autocuidado y han logrado trazar una línea visible y deliberada entre sus experiencias en un ayer remoto (“She didn’t teach me love / she didn’t teach me trust”, dice en “Harms”) y su contacto actual con el mundo (“You say I’m too sensitive / now darlin you’re misreading things / I just finally give a shit about my own heart”, clama en “Better”).

A lo largo de sus quince fugaces cortes, Pierce también tiene a bien darnos lo que muchos de sus históricos seguidores hemos venido a buscar (es decir, esa porción de punteos reverberados tan propios, convenientemente saldada gracias a temas como “I Want It All”, “Plastic Envelopes” o “Teach My Body”); pero lejos de conformarse con fórmulas ya explotadas, la ambición del neoyorquino también le empuja a querer explorar las posibilidades más experimentales de su impronta, con pasajes próximos al post-punk electrónico (“I’m Still Scared”) o directamente creando mensajes de esperanza entre ritmos celestiales donde no requiere de metáforas elaboradas para expresar su más hondo sentir (“I used to want to die, but now I don’t want to die”, canta en el cierre del disco). Un colofón final, íntimo y sobrecogedor, que nos invita a abrazar la vulnerabilidad sin remordimientos mientras acontecemos oficialmente al regreso de la mejor versión de The Drums.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.