Sinceramente, con el año 2025 ya tan encima, echamos en falta discos como este. Como los de antaño. Dos caras de un disco y un total de diez canciones. Raso y al pie, sin experimentos, sin trucos, sin vaivenes. Eso tan sencillo y tan difícil de encontrar. Aquello que en el siglo XX era tan habitual y que ahora, por desgracia, ha desaparecido (aunque el baile de géneros sea bienvenido). Salvo excepciones, como esta de The Darkness. Sí, aquel grupo británico que provocó tantas bromas y comparaciones estúpidas. Cierto es, que el falsete de su cantante, si no estabas acostumbrado, podía generar algún que otro dolor de cabeza. Pero si estabas puesto en rock clásico o en el hard-rock (incluso el heavy metal), su debut de 2003 (hace dos años celebraron su vigésimo aniversario por todo lo alto), fue uno de los soplos de aire fresco más certeros de aquel momento. Y aunque pudiese parecer que aquello no era más que el producto de un hype pasajero y sin sentido, The Darkness se mantienen y, además, están en forma.
La apertura con “Rock’n’Roll Party Cowboy” no deja lugar a la duda: van a por todas. Una canción que tira de homenajes y de coincidencias. Una pieza viva y saludable, con los ingredientes típicos de esa receta: estribillo llamativo, guitarras afiladas y, una voz que sale de la estratosfera. Luego ya, el guiño en “I Hate Myself” a Cheap Trick (esas melodías y esos vientos), “Hot In My Tail” como medio tiempo y single de relumbrón o “The Longest Kis” que recoge el testigo de aquella “Friday Night” que un día se coronó como la mejor canción de los hermanos Hawkins. Incluso hay una pieza country en “Cold Hearted Woman” y, cuando pensábamos que Justin Hawkins estaba más moderado en su canto, se suelta la melena en “Walking Through Fire” y se nos presenta como un caballo desbocado con toda su épica a cuestas.
Por tanto, confiando en que ya nadie les vea como una pantomima, a The Darkness hay que agradecerles que, tras todo este tiempo de subidas y bajadas, sigan ahí. Aunque sea para recuperar discos de diez canciones y poco más de media hora que nos provoquen una sonrisa.
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