Songs Of A Lost World
DiscosThe Cure

Songs Of A Lost World

9 / 10
Marcos Gendre — 01-11-2024
Empresa — Polydor / Universal
Género — Pop-Rock

Ha tenido que pasar la friolera de dieciséis años para poder ser testigos de un nuevo álbum de The Cure. Retraso a retraso, empezábamos a dudar sobre la posibilidad de que se fuera a materializar algún día.

Después de escuchar “Songs Of A Lost World”, lo que queda claro es un hecho: estamos ante el que posiblemente sea el disco más redondo y más personal de Robert Smith y compañía desde el sobresaliente “Wish” (92), con el cual cerraron catorce años de esplendor cromático pop.

A diferencia de aquel arco iris pop, de todas las tonalidades posibles, en su nuevo álbum resuena la sensación de percibir un testamento discográfico, en el que la oscuridad que tanto les identifica con su trilogía siniestra, Disintegration(88) y Bloodflowers (00), resuena más interiorizada, balsámica y hermosa que nunca. Como si hubieran encontrado el alivio entre las sombras que ellos mismos llevan invocando durante casi medio siglo.

En cuanto a las ocho partes que conforman tan explícito modus operandi de los Cure más atmosféricos, el primer peldaño, “Alone”, deja bien a las claras que estamos ante lo más cerca que han vuelto a estar nunca de “Disintegration”, el faro guía de su discografía. Al menos en esta canción, ya que en todo momento lo que emerge es una vuelta de tuerca sobre su propio sonido que hace de este trabajo un hijo único, repleto de significantes reconocibles hilados de solemnidad y una violencia eléctrica y rítmica realmente estremecedora, como si todo estuviera impulsado por una necesidad obsesiva de que todo resuene en carne viva.

A lo largo de este descenso al epicentro del ADN The Cure, casi no hay asideros con lenguajes ajenos al vocabulario propio creado por Smith a lo largo de los años. Todo suena a emocionante fondo de armario, tal como en las voluptuosas cuerdas que dominan el espacio de “And Nothing Is Forever”, de una belleza épica que nunca sobrepasa el temido límite que lleva a la superficialidad.

En estos dos primeros cortes, queda claro que no vamos a toparnos con anzuelos fáciles ni estribillos de su singular cosecha pop. No, aquí toda la lírica fluye a través de una expresividad desbocada, lo más lejana de una interpretación horizontal y cuadriculada que una canción de formato pop pueda permitir. En su lugar, por ejemplo, cortes como “Warsong” colindan con pautas de acción post-metal a fuego lento.

The Cure han planteado un tablero de acción reconocible, pero empujado a un apocalipsis personal que, en todo momento, suena a redención. Uno para el cual sobrevuelan pinceladas arábigas en “Drone:Nodrone”, pero también el guiño a las baladas de “Wish” (92) en “I Can Never Say Goodbye”.

Por su parte, en “All I Ever Am” resuenan ecos de My Bloody Valentine en el arranque de la canción y “Endsong” son diez minutos de catarsis eléctrica, ejemplo demoledor del intimidante muro de sonido armado para la ocasión.

Ya para terminar, simplemente, aclarar que el nueve que se lleva es una puntuación que, lógicamente, con el paso del tiempo cambiará a diez. No en vano, estamos ante un trabajo forjado por tantas capas de sonoridades como descubrimientos uno se va encontrando a cada nueva escucha, la de un tour de forcé admirable, pero que, a diferencia de algunos de los pasos en falso dados por el grupo desde los años noventa hasta ahora, también está embrujado por las musas de la inspiración. Y sí, ha merecido la pena la espera. Y tanto que sí.

 

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