El séptimo álbum de The Coral alberga varias sorpresas, a parte de suponer el retorno del grupo cuando sus principales artífices parecían ya centrados en otros proyectos. Y es que la entrega destaca también por la riqueza compositiva de una docena de nuevas canciones, tras mostrar a una formación que mueve ficha sin perder de vista su propia esencia.
En apenas cincuenta minutos los británicos tienen tiempo de mostrarse ácidos, eléctricos, psicodélicos, espirituales y, en definitiva, más desprejuiciados y jugosos que nunca. Son las influencias inteligentemente entreveradas de Neil Young, Love, Oasis, The Doors o Pink Floyd, que enriquecen a unas composiciones de por sí inspiradas. Contra todo pronóstico y seis años después del notable misticismo latente en “Butterfly House” (Deltasonic, 10), el quinteto regresa con un disco evocador y apetecible que se sitúa directamente entre lo mejor de su carrera.
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