Histórico concierto el que se puede disfrutar en estos cuatro compactos, con más de cuatro horas de la música de esta emblemática banda. El Winterland, una pista de hielo que había sido reutilizada como sala de conciertos, tenía escrita su carta de defunción. The Who, Rolling Stones, Sex Pistols, Bruce Springsteen o The Band –allí se grabó el famoso “The Last Waltz”– se quejaban de sus incomodidades, pero todos querían tocar porque en aquel lugar había... magia.
Los Dead lo conocían bien, habían actuado casi sesenta veces. Así que quién mejor para clausurar el local en esa señalada fecha, el fin de año de 1978. La gran fiesta de despedida empezó con los Blues Brothers (John Belushi y Dan Aykroyd presentes), después actuaron New Riders Of The Purple Sage y, en cuanto empezó el nuevo año, Grateful Dead ofrecieron uno de sus más largos conciertos: ¡seis horas y media! Y aquí los tenemos, repletos de rock, blues y jazz al puro estilo psicodélico de los Dead y un sonido excepcional. Debemos apuntar que, en esos momentos, el grupo llevaba casi catorce años de carrera y contaba ya con un amplio catálogo de canciones ilustres, además de estar en un excelente momento de forma. El disco arranca con la cuenta atrás de Dan Aykroyd para dar la bienvenida al nuevo año y, a partir de ahí, largas versiones de “Sugar Magnolia”, “Fire On The Mountain”, “Samson And Delilah”, “Terrapin Station”, “Dark Star”... y algunos invitados ilustres como John Cipollina (Quicksilver Messenger Service) o el gurú de los Acid Test, Ken Kesey, para delicia de su público y sus acérrimos seguidores, los deadheads. La única pena... no haber estado allí.
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