Scatterbrain
DiscosThe Chills

Scatterbrain

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 17-05-2021
Empresa — Fire Records
Género — Pop

Es otro disco más de The Chills, el séptimo. Pero tampoco es solamente eso. Ya no es solo cuestión de que posiblemente sea el mejor producido, como afirma Martin Phillips, ahora con Tom Healy (Julia Jacklin, The Verlaines, Ladyhawke) a los mandos. O de que el confinamiento les pillase a solo cuatro días de darle el acabado final y eso les procurase un tiempo extra para terminar de enfocarlo desde la distancia, como ha sucedido con tantos otros discos de otras bandas que han trocado explosividad por consistencia. No, no es solo eso. Se advierte una nota diferencial: las estructuras son algo más complejas, las texturas varían más de lo acostumbrado – del medio tiempo al piano de “Caught In My Eye” al pop directo, marca de la casa, de “Worlds
Within Worlds”, pasando por el rasgueo acústico de “Hourglass” o los vientos y coros a lo Ennio Morricone de “You’re Immortal” – y todo transpira el enfoque reflexivo, pausado, de un hombre que divaga sobre la mortalidad y el paso del tiempo desde la seguridad que proporciona el haber hecho las paces consigo mismo.

Hace un par de años que se publicó "The Chills: The Triumph And Tragedy Of Martin Phillipps" (Julia Parnell, Rob Curry, 2019), documental que suturaba heridas y exorcizaba todos los demonios personales de Phillips, y parte de esa calma interior se proyecta también aquí en el plus de profundidad del interludio instrumental de “Monolith” o en las armonías vocales de “Destiny”, como si la música de los Chills hubiera cobrado una dimensión extra sin traicionar ni uno solo de sus principios. De hecho, las conexiones con "Submarine Bells" (Slash, 1990) también están ahí, incluso desde su propia portada, en esta ocasión diseñada por David Costa, el responsable del artwork de "Goodbye Yellow Brick Road" (MCA, 1973) de Elton John o "A Night at the Opera" (EMI, 1975) de Queen.

Hay algo aquí de invocación a los ancestrales rituales paganos como antídoto frente a la incertidumbre de un tiempo viciado por las fake news y las teorías conspirativas. El halo de sabiduría propio del alquimista pop que sabe muy bien lo que es estar casi más fuera que dentro de este mundo (no abundaremos en su historial de adicciones y dolencias), y está todavía aquí para contárnoslo a su manera, con una fórmula renovada (tercera entrega en los últimos seis años de esta fiable segunda etapa) y vaciándose en cada nuevo trabajo. Ya lo están presentando con plena normalidad en los escenarios de su país, Nueva Zelanda, y poniéndonos los dientes largos solo con pensar en otra posible nueva gira europea. Crucemos dedos.

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