Desde aquel destacado álbum titulado A U R O R A que vio la luz hace ya tres años, no habíamos vuelto a tener sobre la mesa un nuevo trabajo de Ben Frost más allá de sus habituales proyectos relacionados con bandas sonoras (Fortitude, Rainbow Six), diversas colaboraciones con artistas como Swans, Brian Eno o Daniel Bjarnason, y algún que otro EP de remixes Su regreso en forma de largo viene como resultado de diez días en un “estudio cavernoso” de Chicago junto a Steve Albini (Shellac) que toma los mandos de la producción. Una unión de la que ha salido más de dos horas de material nuevo que se ha materializado en Threshold Of Faith, un EP que vio la luz a finales de julio, y en The Centre Cannot Hold, el álbum que motiva esta reseña.
Este quinto trabajo del australiano –primero lanzado a través de Mute- comienza con Threshold Of Faith, donde el sonido de una inquietante respiración asistida se entremezcla con las atmósferas abrasivas y oscuras que caracterizan al artista afincado en Islandia. Un clima que puede llegar a tornarse en miedo si además visualizamos el escalofriante y nórdico videoclip que acompaña a esta canción, grabado por Richard Mosse y el director de fotografía Trevor Tweeten. A medida que avanzamos a través del álbum, estas texturas y paisajes sonoros de corte sombrío y ruidoso se expanden canción tras canción creando un ambiente abstracto, amenazador y apocalíptico. “Música que no está totalmente controlada y parece estar ansiosa”, matiza el propio Frost. Sirvan como ejemplo All That You Love o A Sharp Blow in basing, donde las bases aparecen de forma contundente golpeando, evocando a la impactante banda sonora de Origen (Christopher Nolan, 2010) compuesta por Hans Zimmer. Pero las referencias cinematográficas no acaban aquí. Sobre el disco sobrevuelan la sombra de Vangelis (All That You Love Will Be Eviscerated), Encuentros en la tercera fase (Ionia) o Mike Oldfield y su Tubular Bells (A Sharp Blow In Passing).
Pero como ya sucedía en A U R O R A, Ben Frost nos vuelve a demostrar que aún se puede encontrar belleza y emoción entre tanta oscuridad. Las melodías luminosas vuelven a aparecer de forma inesperada entre tanto ruido y tenebrismo, tal y como sucede en Trauma Theory o la ya mencionada Ionia. Temas que evidencian la gran capacidad del australiano para mezclar como pocos paisajes sonoros a priori tan distantes.
Entropy In Blue cierra el álbum con un martilleo en forma de latido que de forma abrupta se convierte en el tranquilizador sonido de unas olas que ponen fin a 51 minutos donde Ben Frost nos ha dejado tirados y agotados sobre la arena con un genial ejercicio de experimentación electrónica repleto de texturas y obsesivos paisajes sonoros.
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