Los fans de la banda australiana, que en nuestro país son legión, ya habían podido escuchar buena parte del disco más ambicioso del grupo, gracias a los ocho temas de adelanto que nos habían ofrecido de los trece que lo componen. Así que poco margen ha quedado para la sorpresa. De hecho se ha confirmado lo que ya se intuía de antemano: que la coctelera sónica de The Cat Empire ha estado más abierta de miras que nunca, y que su capacidad para combinar ritmos no tiene límites. No se imponen ninguna regla y absolutamente todo puede mezclarse, aunque sea precisamente esa ausencia de patrón la que puede acabar por saturar al oyente.
Escuchar “Stolen Diamonds” del tirón agota, y lo hace por culpa de ese afán desmesurado del combo por meter todo lo que han ido aprendiendo y absorbiendo a lo largo de su carrera. Pese a ello, no cabe duda que el disco cuenta con aciertos en forma de canciones aisladas que van a pasar a engrosar el set-list de sus sudorosos conciertos. “Kila” con la que abren el disco en plan “marca de la casa” lo es, como también lo son la contenida “Ready Now” (la mejor del lote), la afrancesada “La Sirène” con ese ineludible toque Manu Chao, el dub sinuoso de “Barricades” o esa “Oscar Wilde” que recuerda al afro-pop de Vampire Weekend.
Canciones pensadas para alegrar corazones y hacer las delicias del personal en festivales de cualquier pelaje, pues tan pronto pueden compartir escenario con Crystal Fighters o Txarango. Esa es su principal virtud, pero también representa una losa que los coloca el la dura categoría de lo insustancial. Ese tipo de grupo que te levanta tanto el ánimo como una fiesta, pero cuyo sonido no perdura castigado por el duro olvido del tiempo.
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