Cuatro años separan “The Broken Man” de su anterior aventura discográfica como Matt Elliott. Un periodo que no parece tan largo en parte gracias a que el de Bristol se ha convertido en habitual de nuestros escenarios -durante un tiempo hasta llegó a fijar su residencia en Madrid-, pero en el que no han cesado de suceder cosas que condicionan nuestras vidas, la de Matt y también sus canciones. Si conforme desarrollaba la trilogía que formaron “Drinking Songs”, “Failing Songs” y “Howling Songs” su música se despojaba progresivamente de lo meramente ornamental, “The Broken Man” supone el culmen de ese proceso por el que ha mutado de furioso noise-maker a bardo, trovador melancólico y hombre roto. La guitarra de Woody Guthrie “mataba a fascistas”, la de Matt Elliott retrata la desesperación de la vieja Europa tirando de tradición en un disco en el que hay más de Andrés Segovia o Isaac Albéniz (también de las raíces balcánicas que ya se filtraban en trabajos pasados y de Cohen, otro enamorado de la cultura española) que de los cincuenta últimos años de música popular con ascendencia anglosajona.
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